ESTE JUEVES

Monseñor Delgado: "Esta no es la Argentina que soñaron los Padres de la Patria"

Fue el último Te Deum oficiado por el arzobispo de San Juan de Cuyo, a punto de cederle el lugar al coadjutor Jorge Lozano. En su homilía dijo que "intereses de personas, grupos y partidos han pisoteado el desarrollo de los argentinos".
jueves, 25 de mayo de 2017 · 11:52

"Esta no es la Argentina que soñaron los Padre de la Patria", dijo el arzobispo Alfonso Delgado este jueves en su homilía, en el último Te Deum que oficiará en San Juan y a punto de entregarle los atributos al coadjutor Jorge Lozano.

Fue un mensaje de reivindicación de los valores de los patriotas de 1810, que "se pusieron la Patria al hombro", parafraseando a Jorge Bergoglio. Habló del narcotráfico y de la exclusión social como grandes males de la Nación.

 

A continuación, el texto de la homilía completo:

 

 

1.            El Evangelio de Jesús ilumina la vida de las personas y de los pueblos. Es bueno aprender del verdadero Dios hecho hombre por nosotros y por nuestra salvación, hombre  igual a todos nosotros menos en el pecado, hombre de familia y de trabajo, ciudadano de su Patria Israel y servidor de todos hasta dar la vida.

Hemos escuchado el diálogo de Jesús con los apóstoles en el último viaje hacia Jerusalén. Les ha recodado que será sea entregado y condenado a muerte. También les anuncia, una vez más, que resucitará.

A los apóstoles les cuesta hacerse cargo de esa situación, como si estuvieran ajenos al drama que se viene. En ese contexto, dos hermanos le piden un favor a Jesús: quieren "un puestito” para ellos cuando esté en su gloria. Evidentemente, piensan en una gloria meramente humana. Y desean los dos mejores puestos según el entender de la época: sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda. Al escuchar la petición, los demás discípulos se indignaron, quizá porque estos dos hermanos se les adelantaron. Todavía tenían mucho que aprender de Jesús.

El Señor no se enoja pero les habla con la paciencia y la sabiduría de Dios. Les ayuda a cambiar la mente y el corazón para toda la vida.

Jesús les enseña el verdadero secreto para "ser grandes” y "ser los primeros” ante Dios y ante los demás: hacer de la vida un constante servicio a los demás, hacerse "servidores de todos”. Les habla con el ejemplo de quien no ha venido a ser servido sino a servir y dar la vida por todos. Esta es la luz y la gracia del Evangelio, capaz de convertir actitudes chatas y egoístas en dimensiones insospechados de  bien.

2.            Con esa luz de Dios contemplemos nuestra Patria argentina. Cumplimos 207 años del primer grito de libertad de 1810, que unos años más tarde requerirá la Declaración de la Independencia, decisión de enorme valentía en tiempo de dudas y tensiones y de amenazas externas. Luego vendrán décadas de anarquías y rumbos poco claros hasta la llegar a la consolidación de la Nación con la Constitución Nacional y la organización del país. 

Todo este proceso fue posible gracias a un manojo de patriotas, criollos y españoles, que se empeñaron en servir al país a pesar de las dificultades. Muchos lucharon con las armas o quedaron en los campos de batalla, otros sumaron su trabajo, su ingenio, sus conocimientos y capacidades al servicio de la incipiente Nación. "Se jugaron” por la Patria y por los argentinos. O como recordaba el entonces Cardenal Bergoglio, se "pusieron la Patria al hombro”: aspiraron a construir una gran Nación, un país generoso para todos. Fueron capaces de "ser grandes” porque decidieron "servir” al bien y al progreso del país. 

Hoy damos gracias a Dios por esos próceres conocidos o anónimos, y por los sencillos próceres ciudadanos de todos los tiempos.

En estos años de historia ha habido encuentros y muchos desencuentros, aciertos y grandes errores. Esa historia nuestra nos pide cambiar paradigmas y actitudes egoístas y convertirnos a la alegría de servir a los demás.

Junto a los avances como sociedad, nos hemos resignado a frustraciones que frenaron el crecimiento y el bienestar de los argentinos. Un siglo atrás, Argentina era vista como un país significativo en el concierto de las naciones. Quienes nos conocen y aprecian no se explican por qué hemos podido retroceder así y desaprovechado tantas oportunidades de crecimiento. Nos preguntan por qué nos cuesta tanto encontrar el rumbo como país. Otras naciones sufrieron mayores vicisitudes y fracasos, pero se animaron a superarlas con esfuerzo y amistad social.

¿Por qué nos cuesta salir adelante? Quizá nos hemos olvidado del camino "para ser grandes”: servir al mayor bien de toda la sociedad. Parecería que nos hubiéramos acostumbrado a "servirnos” de los demás. Pero ese no es el camino de la grandeza de la Nación.

A pesar de nobles esfuerzos ciudadanos, otros intereses de personas, grupos y partidos han pisoteado el desarrollo de los argentinos. También nos hemos contaminado con ideologías fracasadas; con frecuencia hemos roto el orden constitucional y aceptado la violencia social y del estado. Somos conscientes de cuánto se ha robado a los argentinos y cómo ha crecido la corrupción y la impunidad, infectando amplias esferas sociales, institucionales y políticas. Cuántas veces nos han malogrado las confrontaciones y la falta de entendimiento social. Hasta nos hemos convertido en una especie de narco país. Algo parecido ha ocurrido en varias provincias argentinas.

Nos duele que millones de hermanos vivan en la pobreza y la desnutrición "en la Patria bendita del pan”, como reza la canción. Nos lastima la alta deserción escolar y la falta de trabajo, el crecimiento de la violencia y de la droga y, sobre todo, anhelamos la esperanza de un futuro mejor. 

Evidentemente, esta no es la Argentina que soñaron los Padre de la Patria, en la que pensaron tantos ciudadanos que se dejaron el pellejo por el bien del país. 

Estoy seguro que en la mente y en el corazón de todos nosotros también hay un deseo sincero y eficaz de ponernos "el país al hombro” y de servir a la Patria y a todos los argentinos. Queremos ser parte de la solución y no de los problemas. 

Ante Dios, ante nuestra conciencia y ante el pueblo de la Patria, hoy es un buen día para renovar el compromiso ciudadano de sacar el país adelante más allá del propio bien. Que tengamos la alegría de decidir y de hacer lo que signifique el mayor bien para todos. Que nos "hagamos cargo” del país y ayudemos a sacarlo adelante de sus constantes problemas. Es una tarea ardua y difícil, no exenta de contrariedades y sinsabores. Pero el resultado es la alegría inmensa de trabajar por la Patria y por el bien y la felicidad de millones de los argentinos. Que Dios bendiga y fortalezca la noble decisión que hoy renovamos ante el Señor.

3.            Dentro de pocas semanas me reemplazará mi hermano obispo Jorge Lozano, que ya lleva unos cuantos meses conociendo San Juan y su gente. Yo conocí la Provincia en un momento de crisis casi terminal, a pesar de sus grandes posibilidades. La he visto volver a comenzar caminos de crecimiento y a avanzar institucionalmente. Con todo el afecto a San Juan que Dios ha puesto en mi corazón, me animo a pedirles que no aflojen en la tarea de trabajar por el bien de los sanjuaninos y de los argentinos, muy por encima de cualquier interés sectorial y partidario. Que nos motive el ejemplo que los jóvenes están pidiendo de nosotros. Ellos quisieran encontrar sencillos próceres ciudadanos que les iluminen la senda ciudadana. No los defraudemos. 

No sé con qué frecuencia volveremos a encontrarnos. Dios sabrá. Apelando a la gran misericordia de Dios, pido para ustedes y para mí que un día volvamos a encontrarnos en la vida para siempre junto a Dios. Él es el mayor interesado que lleguemos al Cielo. Si no alcanzáramos la gran meta de la vida, sería el mayor fracaso de la existencia.

Si somos fieles a Dios y a nuestras responsabilidades hacia los demás, nos encontraremos con el gran abrazo de Dios. Que siempre esté en el horizonte la meta más importante de la vida. 

San Pablo nos ha recordado que todo lo bueno, lo noble y verdadero, todo lo que es justo y transparente, lo que es amable y digno de honra, es pate del camino del cristiano. El buen cristiano es siempre buen ciudadano. Y si alguna vez nos distraemos, como les pasó a los discípulos de Jesús, pidámosle que Él nos ilumine y nos ayude a cambiar el corazón y a recuperar la alegría de servir a todos los hermanos. Que así sea.

 

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