El museo nómade. Tras los pasos del Moderno

La sede ampliada del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires se inaugurará en 2018 con una muestra exhibida ahora en el Museo de Arte Moderno de Fráncfort
martes, 2 de enero de 2018 · 22:27

El título no podría ser más apropiado. Renacer se llama una de las obras de Edgardo Antonio Vigo que la galería británica Richard Saltoun exhibe hasta hoy en Art Basel, la feria de arte más importante del mundo. A 8000 kilómetros de Miami, del otro lado del Atlántico, varios trabajos de este artista platense fallecido en 1997 integran Una historia de dos mundos, monumental exposición inaugurada días atrás en el Museo de Arte Moderno de Fráncfort (MMK), que pone en diálogo la colección de esta institución con la del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

El legado de Vigo era considerado de culto hasta el año pasado, cuando una retrospectiva que le dedicó el Moderno coincidió con dos muestras en la Fundación OSDE y en la pequeña galería Urquiza. Al unir tres extremos del planeta, su camino retoma hoy aquel iniciado hace seis décadas por Rafael Squirru, fundador del Moderno, que embarcó la producción de más de 50 artistas argentinos a bordo del buque Yapeyú y zarpó a exhibirlas en veinte ciudades de distintos países.

"El museo soy yo", solía responder Squirru, dispuesto a trascender fronteras mientras esperaba que terminara de construirse la sede que alojaría al museo en el Teatro Municipal General San Martín, desde 1960. Casi tres décadas más tarde se mudaría a la actual, en la Avenida San Juan 350, donde funcionaba antiguamente la Tabacalera Nobleza Piccardo.

Esta odisea culminará finalmente en junio del año próximo, cuando la muestra coproducida con el MMK llegue a San Telmo para tomar por completo los 4000 m2 de salas de la sede ampliada del Moderno, que hoy tiene un patrimonio de más de 7000 obras. Inaugurará así un hito soñado hace dos décadas, cuando el arquitecto Emilio Ambasz donó el proyecto durante la gestión de Laura Buccellato. Nacido en el Chaco, Ambasz vive hoy entre Nueva York y Milán, y le pasó la posta del trabajo a su colega Carlos Sallaberry.

Arte destructivo, Es evidente, galería Lirolay, 1961. Experiencia colectiva. Kenneth Kemble, Jorge Lopez Anaya, Jorge Roiger, Silvia Torras, Luis Wells, Antonio Seguí

Arte destructivo, Es evidente, galería Lirolay, 1961. Experiencia colectiva. Kenneth Kemble, Jorge Lopez Anaya, Jorge Roiger, Silvia Torras, Luis Wells, Antonio Seguí. Foto: Gentileza Moderno/Jorge Roiger © Archivo Julieta Kemble

 

"Ya comenzó la construcción para terminar el edificio", anunció días atrás Victoria Noorthoorn, sucesora de Buccellato, en una conferencia de prensa en la que repitió varias veces las palabras "agradecidos" y "orgullosos". "Estamos tranquilos -dijo también, al referirse a la muestra organizada con el MMK- de abordar un proyecto como éste, a partir de experiencias pasadas que implicaron altísimas exigencias de producción."

Se refería a otras dos colaboraciones con instituciones extranjeras: El círculo caminaba tranquilo, que reunió en 2014 más de 180 dibujos sobre papel de las colecciones del Deutsche Bank y del Moderno, y Pablo Picasso: más allá de la semejanza, integrada por 74 dibujos de la Colección del Museo Nacional Picasso de París, que convivieron con una muestra de dibujos de Antonio Berni hasta febrero de este año.

"Estamos tranquilos pero igual es una locura", señaló a su lado con humor Javier Villa, cocurador de Historia de dos mundos junto con Noorthoorn y Klaus Görner. Agregó que la exposición reúne medio millar de obras realizadas por 90 artistas a lo largo de cinco décadas, y será acompañada por un catálogo bilingüe de 500 páginas editado por el Moderno. "No está dedicada al arte latinoamericano -aclaró-, sino que es un debate entre nuestra región, Estados Unidos y Europa. Eso no se ha visto mucho."

"Es la primera vez que un museo europeo abre su colección a una mirada externa -retomó la directora del Moderno- para hacer una propuesta innovadora y provocativa, que no tiene la ambición de ser enciclopédica ni de contar todos los movimientos artísticos de estas cinco décadas, sino que pretende establecer nodos de preguntas. ¿Qué pasa cuando estas obras tan diversas se encuentran?"

Centro y periferia

Habrá que ver qué pasa, por ejemplo, cuando los archivos de Vigo relacionados son las obras que creaba en La Plata se exhiban junto con las Today Series de On Kawara, artista conceptual japonés que vivió en nueva York desde 1965 hasta su muerte, en 2014. "Es un encuentro entre dos artistas que por un lado tienen una dosis de obsesión y de producción continua, fuertemente marcada por una periodización y también por un análisis del gesto que el propio artista realiza. Hay cruce entre dos personalidades muy diversas: uno en el mainstream del mundo, el otro, silencioso en La Plata. Queremos mostrar esa contundencia del archivo de Vigo en diálogo con un artista mundialmente reconocido", señala Noorthoorn, y recomienda leer el texto de Bernardo Ortiz Campo sobre ambas figuras publicado en el catálogo.

Otras convivencias memorables serán los registros de la colaboración entre Nicolás García Uriburu y Joseph Beuys, o los contrastes entre las obras de Roy Lichtenstein y Kenneth Kemble y las de Francis Bacon y Luis Felipe Noé.

"En Europa, en 1961, Bacon iniciaba sus variaciones sobre el retrato del Papa Inocencio X de Diego Velázquez y un conjunto de desnudos, considerados buenos ejemplos de la Nueva Figuración -escribe Marcelo Pacheco en el catálogo-. Al mismo tiempo, en Buenos Aires, Luis Felipe Noé pintaba su serie Federal, que expondría en la Galería Witcomb como miembro del grupo llamado Otra Figuración, integrado por Ernesto Deira, Jorge de la Vega y Rómulo Macció. Poner en tensión Desnudo (1960) de Bacon con La imagen agónica de Dorrego (1961) abre el debate sobre dos variantes contemporáneas de la Nueva Figuración, con puntos de fricción pero también notables puntos de refracción."

Un caso aparte será Lucio Fontana, artista que hizo de puente entre dos continentes. Nacido en 1899 en Rosario, de padre italiano y madre argentina, es tomado hoy como un símbolo del artista migrante que se nutrió de distintas culturas.

"A la actividad de Fontana en la Argentina se le suele dedicar muy poco espacio -señala Villa-. Es un dato curioso, porque acá hace el Manifiesto Blanco, firmado por sus alumnos, que es el comienzo del espacialismo. Este movimiento, que a lo largo de cuarenta años influyó sobre Yves Klein, Piero Manzoni y otros artistas europeos, nace en la Argentina pero no es reconocido como tal. Nuestra idea era empezar con el diálogo entre Fontana y los artistas concretos, y ver cómo eso podría cambiar la relación entre los centros y las periferias."

 

 

Fuente: La Nación

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