¿Puede la belleza matar una librería si los visitantes no son lectores?

Con más de 3.000 visitante diarios, los dueños de la Librería Lello, cobran entrada y sueñan con ganar lectores
martes, 9 de enero de 2018 · 10:03

Un gran porcentaje de los viajeros que eligen Oporto como destino tienen en mente visitar la Librería Lello. Resulta curioso y gratificante que un lugar así se cuele entre las preferencias de los turistas, junto a los principales monumentos de la ciudad. Pero cuando el visitante atraviesa las puertas de la fachada neogótica y contempla su imponente escalinata de madera puede llegar a entender el por qué.

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Fue en este lugar donde J.K. Rowling encontró inspiración para crear la saga de Harry Potter

Fue en este lugar donde la escritora J.K. Rowling encontró parte de la inspiración para crear la popular saga de Harry Potter, pues la biblioteca de Hogwarts encuentra su antecedente en Lello. Un dato que, desde que se popularizó, ha atraído a miles de fans de todo el mundo, hasta el punto de llegar a más de 3.000 visitantes por día. Como no podía ser de otro modo, los ejemplares que más se venden son los de la saga del joven mago, “especialmente Harry Potter y la piedra filosofal”, cuenta José Manuel Lello, bisnieto de uno de los hermanos fundadores.

El éxito del emblemático lugar es tal que sus dueños cobrar una entrada para “regular el flujo de turistas y transformarlos en lectores”, explica. Y es que no todo el que acude a este templo de la lectura acaba comprando un libro. Por ello, la familia Lello pensó en motivar dicha compra, descontando del precio del libro, los cuatro euros que vale la entrada.

Sin embargo, pese a que la medida se tomó hace hace poco más de dos años, apenas se pueden contener las hordas de turistas. Las idílicas fotos de las guías turísticas en las que solamente aparecen una o dos personas en su interior, lejos están de parecerse a la realidad, pues en el espacio predominan más los flashes de las cámaras, que la intención de buscar algún autor o volumen especial entre las estanterías.

¿Puede la belleza matar una librería si los visitantes no son lectores?

Desde arriba. La librería Lello, de Portugal.

En un inicio, se trató de prohibir las fotografías de cualquier tipo, pero era algo muy difícil de controlar. Finalmente, se optó por entregar un folleto en la entrada en el que, además de explicar la rica historia que envuelven las cuatro paredes, se recomienda dejar en casa los palos selfie y disfrutar del templo de las letras.

La masificación, más presente si cabe en los días festivos, es el único punto débil que esconde el preciado lugar. Así lo piensa gran parte de los usuarios de webs que, por un lado, reconocen que están ante un lugar realmente bello, pero por otro, aseguran que en horas punta puede llegar a ser agobiante. Los propietarios aseguran que están buscando una solución, aunque reconocen que es “realmente complejo y difícil de controlar”.

No obstante, pese a la espera por entrar en su interior, resulta vivificante llegar a una ciudad en la que se forman colas por entrar a una librería. Tal vez, con el tiempo, se consiga la fórmula para que todos los visitantes acaben leyendo el libro que compren.

Lello es una de las joyas en las listas que incluyen de diez a 25 librería relevantes ya sea por su diseño, su arquitectura, su ubicación o su oferta.

 

Buenos Aires tiene su propia perla: El Ateneo Grand Splendid, cuyo edificio fue fundado en 1919. Tratándose de una de las ciudades con más librerías por habitante, incluso más que Brasil, según dijo a Clarín el ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro, el teatro que alberga la librería fue diseñado por los arquitectos Peró y Torres Armengol, tiene 2.000 metros cuadrados, en los que se respiran, ya sea por su diseño o por su oferta, los reconocidos amores porteños: libros, café, teatro y cine.

¿Puede la belleza matar una librería si los visitantes no son lectores?

Librería El Ateneo Grand Splendid. Belleza porteña.

Los palcos originales, la cúpula pintada a mano por el italiano Nazareno Orlandi, la ornamentación con su predominio del rojo y el dorado, y su telón tipo griego dejan a la cafetería en una especie de escenario, configurando una atmósfera única.

El listado incluye una diversidad de espacios con características muy creativas. Desde la Cafebrería El Péndulo, en Ciudad de México, que sorprende por la originalidad de la exhibición de libros hasta por su café siempre lleno de lectores, hasta Acqua Alta, en Venecia, donde los libros -muchos de ellos verdaderas joyas para atesorar- se esparcen entre bañeras y gatos. Su nombre deriva de la subida de marea en Venecia y es la preferida de los libreros. Con pasillos estrechos y estanterías llenas de polvo, no sólo de libros vive el hombre, pues hasta una góndola tiene Acqua Alta.

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La Librería Antonio Machado, en Madrid, es una de las favoritas de Jorge Carrión, que escribió un ensayo muy agradable sobre estos lugares. La Librería del Pensamiento, en Guatemala; City Lights, en San Francisco; Librería Stranford, en Londres; Shakespeare and Co., en París; Librería del Virrey, en Lima, Perú, constituyen apenas una parte de un abanico que también se expande en Asia, con el crecimiento de la industria editorial.

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Claro que quizá sea Selexyz Dominican, en Maastricht, una de las que deje a lectores y turistas con la boca bien abierta. Se ubica en una iglesia de más de 700 años de existencia, en el corazón de la ciudad holandesa. La modernización de la iglesia, hecha por los arquitectos Merkx y Girod, le dan un toque de muy buen gusto a una belleza de por sí. La iglesia estuvo abandonada durante dos siglos y tuvo otros destinos menos cultos antes de ser librería. En el viejo santuario de la iglesia se encuentra hoy la cafetería «Blanche Dael Coffee Lovers».

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