Cine y Artes Visuales Ricardo Darín y Mercedes Morán: intimidades de una pareja en conflicto

Ricardo Darín y Mercedes Morán durante el rodaje de “El amor menos pensado”. (Foto: PEDRO LAZARO FERNANDEZ)
lunes, 12 de marzo de 2018 · 19:48

 La terminal (en desuso) de ómnibus Dellepaine, pegada a Soldati, parece Ezeiza. Hay carteles y monitores que indican salidas y llegadas de los vuelos, hay un negocio tipo freeshop, pero sobre todo hay viajeros, turistas que van y vienen, personal de seguridad y de limpieza: lo típico en un hall de aeropuerto, bah. Además, vemos a más de un asistente dándole instrucciones a esa marea humana: “¿Vos ya pasaste para allá? Entonces quedate acá, a ver si apareces dos veces..”, le ordena amablemente una chica a un seguridad. Y unos metros más allá, se exalta con un turista: “¡No, no, vos te cruzás recién después de la señal, eh!” Todo mentira. O, mejor dicho, puro cine. De ahí tantas luces, los paneles de tergopol, una cámara montada sobre un carrito, cables que serpentean y órdenes en voz alta: “¡Silencio que filmamos!” “Todos a sus lugares, por favor!” Clarín espía el rodaje de El amor menos pensado, opera prima de Juan Vera (ver recuadro: “No tenía ganas de…”).

Ricardo Darín y Mercedes Morán: intimidades de una pareja en conflicto

Mercedes Morán y Ricardo Darín, posaron para Clarín durante el rodaje de “El amor menos pensado”, la ópera prima de Juan Vera. (Foto: PEDRO LAZARO FERNANDEZ).

Y entre tanto despliegue de técnicos, asistentes y extras (80 en esta jornada), de pronto aparecen los protagonistas: Mercedes Morán (Ana en la ficción) y Ricardo Darín (Marcos). Tras unos últimos ajustes de iluminación, está todo listo para el “¡Acción!” Pero no, el encuadre no conforma al director y hay que volver a esperar. Enseguida alguien acerca dos sillas de lona y un ventilador para hacerle más placentera la espera a los dos protagonistas.

Un rato después, a la hora de la comida (el catering incluye pollo y variedad de ensaladas, con una visible predilección hacia la de papa y huevo), Mercedes Morán cuenta de qué va la historia: “Ana y Marcos ya pasaron los 20 años de matrimonio. Y cuando su hijo parte al extranjero a estudiar -la fase nido vacío-, eso destapa una crisis… De pareja y existencial, te diría. Sin peleas, todo muy armónico, pero sienten que tienen que seguir su camino… Viven nuevas historias, relaciones que…”, dice Mercedes y se para, consciente del peligro de spoiler.

En otro break, y postergando un ardiente campeonato de truco, Darín redondea la idea en su confortable hogar rodante -un micro con mini living y un salvador aire acondicionado-: “En cine es difícil hablar de cosas distintas, pero acá lo que me gusta es cómo se abordan las relaciones: desde un enfoque que no cae en lugares comunes en cuanto a peleas y pase de facturas”. Además, valdrá la pena profundizar con él sobre qué hace un productor en una película. Porque esta vez, además de actuar, Darín produce.

“Sí, es mi primera vez, aunque yo, cada vez que me dejaron, obvio, siempre fui de interesarme por los múltiples detalles que hacen a una película. Junto a mi hijo, el Chino, y dos amigos -Federico Pasternak y Matías Ariganello- armamos una productora. Y por suerte, la gente de Patagonik, que es la productora principal del proyecto, nos convocó”.

Un axioma/broma habitual entre los actores con muchos rodajes en el lomo dice “Nos pagan para esperar”. Ahora sí, la luz es la que esperaba Vera, que transmite una paz poco habitual para un rodaje. En cambio, es muy fácil diferenciar al equipo técnico de los extras: es una cuestión de ritmo. Los asistentes siempre están apurados, siempre le están diciendo algo a un walkie talkie (“¿me copiás?”) y (casi) siempre portan un rollo de esa cinta adhesiva gris con las que -pareciera- son capaces de arreglar el mundo. Los demás -exceptuando cronista y fotógrafo de este diario-, son extras. De no estar haciendo como que…, suelen intercambiarse información respecto a futuros rodajes, lo más cerca posible de la mesa bien regada de café, gaseosas y sandwiches de miga.

Suena el “¡Acción!” de rigor y Darín y Morán dejan de hablar de cosas personales para meterse en su personaje. Tienen que saludar a su hijo con esa mezcla de felicidad y tristeza que ponemos cuando el nene, ya mayor, viaja solo. Levantan la mano, dicen chau, cuidate; ella, incluso, se seca un par de lágrimas con un pañuelo descartable. Otra mentira, por supuesto: en realidad saludan a nadie; el hijo (Andrés Gil) no está, para el plano que están filmando no es necesario.

Esta será la segunda vez que Darín y Morán trabajen juntos. La primera, fue en Luna de Avellaneda, de Juan José Campanella. “¡Imaginate, síííí, tenía muchas ganas de volver a trabajar con Ricardo!”, dice Morán sin dudar. Y enseguida, con naturalidad, surge el tema Oscar. Aclara que no vio mucho, “porque hoy me pasaban a buscar a las seis y media”, y se alegra especialmente por el Oscar a Frances McDorman. “Además de ser una actriz tremenda, fue muy generosa conmigo cuando la conocí en San Sebastián, en 2011. Yo estaba por hacer Buena gente, una obra que ella había hecho, y me tiró muy buena onda”, recuerda.

Otro axioma, pero éste fuera de broma, es el que sostiene que “Darín corta tickets”. Bueno, Darín no coincide. “Y creeme que no es falsa modestia -aclara-. Sencillamente porque es imposible saber las razones por las que alguien se ducha, se viste, va al cine y decide ver tal o cual película. El éxito o no depende de múltiples factores. Además -se ha dicho, pero es cierto-, ninguna otra actividad artística se hace tanto en equipo como el cine. Más que en un actor, yo creo en las combinaciones químicas”.

Por cierto, de ese trabajo en equipo hoy vimos apenas una mínima parte. Una película empieza siendo una idea, luego un guión, que se corporizará uniendo planos y secuencias que forman escenas, y escenas que componen la historia. De ese rompecabezas, en esta jornada de más de 10 horas -arrancaron 7.30- vimos apenas una pieza: ocho planos que, montaje mediante, serán apenas un minuto y medio en pantalla.

Ricardo Darín y Mercedes Morán: intimidades de una pareja en conflicto

Juan Vera debuta en la dirección con la comedia romántica “El amor menos pensado”. (Foto:PEDRO LAZARO FERNANDEZ)

JUAN VERA, EL DIRECTOR: “No tenía ganas de dársela a otro, la quise hacer yo”

Juan Vera está debutando como director, pero es un experimentado y reconocido hombre de cine. Sobre todo como productor -13 largos ya- y guionista –Dos más dos e Igualita a mí-. Por primera vez detrás de la cámara, pensó “que iba a sentir bastante miedo, pero está resultando muy placentero -cuenta-. Tener dos protagonistas como Ricardo y Mercedes te la hace muy fácil. Se superan en cada toma. Son como Messi: uno dice: ‘No, no la puede clavar así en el ángulo. ¡Y no sólo la mete, lo hace mil veces! Bueno, así son estos dos”.

En esos dos -Morán y Darín- pensó Vera desde la primera línea del guión. “Sólo que esta vez, a medida que con Dany Cuparo, el coguionista, avanzaba en la historia, me dije: ‘No tengo ganas de dársela a otro, la quiero hacer yo’”. Y ahí la está haciendo: van por la segunda semana de rodaje sobre un total de siete. ¿Referentes? “Siempre me gustaron mucho Billy Wilder, Lubitsch, Truffaut y Howard Hawks. En este tiempo los revisité a todos… ¡Ojo, no me estoy comparando, eh!”, aclara.

Otro dato que revela el largo trayecto de una película surge cuando Vera cuenta que ésta que están filmando es la quinta versión de un guión que empezó a escribir hace tres años. “Mercedes y Ricardo se sumaron cuando íbamos por la tercera versión. Ahí ya los fuimos puliendo entre todos, hasta llegar al definitivo”, explica. Y supira por una obsesión: poder estrenar en agosto.

Fuente: Clarín

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