Picasso y el año de las "maravillas"

Los franceses lo llamaron l'année érotique. Los británicos, pudorosos ellos, lo han rebautizado como the year of wonders. Hablamos de 1932, el "año erótico de las maravillas" (dejémoslo así) en el que Pablo Picasso consuma el tránsito amoroso de Olga Khokhlova a Marie-Thérèse Walter, a la que exprime, retuerce y tortura en una orgía creativa sin fin, para mayor gloria de la historia del arte.
viernes, 9 de marzo de 2018 · 18:58

Es también el año en el que el artista por excelencia del siglo XX se mira al espejo cóncavo de los 50 años y decide apurar el elixir de la juventud, cosumando al mismo tiempo la venganza sobre los críticos que le consideraban acabado. La fama llama también a su puerta en esos meses de perpetua agitación, entre el estudio de París y el de Boisgeloup, en los que Picasso se convierte en comisario de su primera gran restrospectiva: "Me siento como si me viera a mí mismo diez años después de mi muerte"...

"Pintar, para el artista malagueño, era una forma de "llevar un diario", advierte Achim Borchadt-Hume, de la Tate Modern de Londres, que acoge la exposición Picasso 1932: amor, fama y tragedia . "Todas las tribulaciones de su vida personal saltan al lienzo con la misma pasión creativa. Esos 12 meses vividos peligrosamente quedan plasmados de principio a fin en un año en el que empieza también a mascarse el drama en su España natal y en Europa".

Tres pinturas en tres días. Entre 22 y el 24 de enero de 1932, Picasso completa Descanso, Mujer Dormida y El sueño, que por primera vez en 86 años se exhiben juntas. "Lejos de repetirse a sí mismo, se trata de tres obras muy distintas y oscilantes", recalca Achim Borchadt-Hume. "Olga y la vida familiar están aún presentes. Pero Marie-Thérèse se apodera del lienzo, con esa explosión de colores saturados que serán la nota dominante durante ese período".

No es solo amor todo lo que reluce. Espoleado por la inminente retrospectiva, el artista consuma su particular "vendetta" contra los críticos y se proyecta una vez más hacia el futuro. En la primera sala, consagrada a la producción de Enero/Febrero, se palpa casi esa "resolución de seguir siendo relevante".

En doce días de marzo llega otra explosión inusitada, con una serie de lienzos que culminarían en Mujer ante el espejo. La escapada a Boisgeloup, su punto secreto de encuentro con Marie Thérèse, tiene gran parte de culpa. Hasta allí solía llegar Picasso a bordo de su Hispano -Suiza, cada vez que sentía llamada de la escultura. En su estudio en la campiña normanda experimenta con el volumen y lleva su particular obsesión con la nariz griega de su amante a una nueva dimensión.

Abril llega con guiños al surrealismo y desnudos reclinados en los que brazos y piernas tienen algo de tentáculos, posiblemente influidos por la obra de Hokusai y del arte erótico japonés. El marchante de Picasso, Paul Rosenberg, tuerce el gesto ante la predilección del artista por los "orificios" en sus cuerpos femeninos abstractos, magnificados por el sol o la luna.

En el ecuador del año llega la consagración de la fama. Picasso declina la oferta del MOMA y de la Bienal de Venecia y decide llevar él mismo las riendas de su exposición en las Galerías Georges Petit. Contrario a ordenar cronológicamente sus obras, Picasso opta por mezclar aleatoramente todos sus "períodos" y dar una prioridad a los retratos de su familia (reunidos para la ocasión). Fiel a su fama de descorcertantes, decidió dar plantón a la prensa y las autoridades el día de la inauguración. Prefirió meterse en un cine.

En plena canícula de 1932, de nuevo en Boisgeloup, Picasso vuelve a los desnudos reclinado y culmina con una nueva y más sensual versión de Marie-Thérèse en Mujer desnuda en sillón rojo, ejecutada sin versión previa, de un solo impulso y posiblemente en cuestión de horas, como muchas de las obras del año "erótico" o de las "maravillas".

El otoño y su viaje a Zurich marcan un giro crucial. Picasso vuelve a dibujar al carboncillo y comienza una serie sobre la crucifixión, posiblemente inspirada en Matthias Grünewald. El año que arrancó como una promesa colorista se va tiñendo poco a poco de negro: Marie Thérèse contrae una espiroquitosis al nadar en las aguas contaminadas del río Marne. Tiene que ser hopitalizada. Se queda en los huesos y pierde su melena. Picasso teme por su vida y pinta El Rescate, en el tránsito ya hacia el annus horribilis de 1933, con la llegada al poder de Hitler y los vientos de guerra sacudiendo Europa.

Picasso y Marie-Thérèse tienen una hija en 1935, Maya, que recuerda su relación como "una perpetua agonía". Después de su musa más pintada, llegaría Dora Maar, y después Françoise Gilot, y finalmente Jaqueline... "Todo lo que amamos está a punto de morir", escribió el poeta y etnógrafo Michel Leiris, amigo de Picasso, a modo de epílogo de la exposición consagrada a 1932. "Por eso todo los que amamos debe concretarse, con la alta emoción de la despedida, en algo tan bello que nunca olvidaremos".

Fuente: El Mundo

0%
Satisfacción
0%
Esperanza
0%
Bronca
0%
Tristeza
0%
Incertidumbre
0%
Indiferencia

Comentarios

Otras Noticias