Sobrevivivió a la explosión, pero el arte fue la única forma de escapar

Después de la muerte, sobrevivir es la parte más difícil de una tragedia, principalmente porque la vida no vuelve a ser la misma.
jueves, 19 de julio de 2018 · 17:07

Después de la muerte, sobrevivir es la parte más difícil de una tragedia, principalmente porque la vida no vuelve a ser la misma. El lunes 18 de julio de 1994 marcó una fisura en la línea de tiempo personal de Mirta Regina Satz. Un coche bomba estacionado frente a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires, donde ella trabajaba como jefa de Tesorería, explotó dejando 85 muertos y más de 300 heridos.

 

Regina estaba en su oficina en el segundo piso de la AMIA cuando a su alrededor la vida empezó a desmoronarse. Corrió en puntas de pie entre los escombros, el polvo no le dejaba ver, le tapaba las vías respiratorias y pensaba -no como una suposición, ni como una probabilidad, sino como algo cierto e inevitable- que se iba a morir.

 

 

"Nos abrazamos con una amiga, no podíamos respirar, teníamos hijas de la misma edad y llorábamos no por nuestras vidas que se iban, sino por nuestras nenas que se quedaban sin mamás", recuerda Regina en diálogo con Infobae Cultura. Se vuelve a ver por un momento aferrada a Rachi Gutmann, que entonces trabajaba en el sector de Socios de la mutual, que hoy es cantante de tango y música latinoamericana en Israel, pero con la que en ese momento creían que no lograrían salir del edificio. Pero salen, lo logran, sobreviven.

 

 

A los 17 años Regina dibujaba, tocaba la guitarra y componía, pero no podía vivir de eso. "Empecé a trabajar para poder tener mi plata, comprarme mis libros, ser autónoma, después me casé, tuve una hija y fue para poder tener un lugar donde vivir, 18 años estuve en AMIA", recuerda. Tenía 35 cuando explotó la bomba. Siguió yendo un año más para ayudar con la reconstrucción y después, dice, "me arrojé al vacío".

 

Regina Satz

Regina Satz

"Hay algo que no le dije nunca a nadie", se interrumpe en este punto de la historia. "El último año estaba muy absorbida por la responsabilidad que cumplía en AMIA, sentía que estaba como entramada en una trampa del destino", admite. "Me prometí entonces hacer un dibujo todos los días cueste lo que cueste. Porque era muy difícil venir a mi casa, con una nena y mantener la llama del arte prendida, el fuego sagrado", sonríe mientras cuenta el detrás de escena de los "Cuadernos de Mora", una carpeta de retratos de su hija dormida, hecha en los minutos que el arte les robaba al sueño y a la rutina.

 

 

IKIGAI, una razón para vivir

 

En una de las habitaciones del departamento que tiene en Villa Crespo  Hanka Dziubas, sobreviviente de Auschwitz, el campo de concentración más grande del nazismo, se lee en el lomo de un libro a mitad de la biblioteca: Holocausto: ¿Puede eso pasarme a mí? La pregunta podría aplicarse a todas las tragedias. Esas de las que estamos a salvo, hasta que un día sin previo aviso, como escribió alguna vez la periodista estadounidense Joan Didion, la vida que conocíamos se acaba.

 

Para Regina ese día fue el 18 de julio de 1994. En el mismo momento en que una explosión dejó apenas los escombros de lo que había sido, apareció la oportunidad de reconstruirse. "Ahí es donde toda la escala de valores mía después de haber transitado por el dolor y la pérdida de todos mis compañeros cambia y decido comprometerme con la vida", lo resume ella.

 

 

"Fue un lanzarme a la incertidumbre, pero como había caminado por ese hilo que nos separa de la vida y la muerte, que es tan finito y tan fuerte a la vez, tenía la fuerza para encarar otras cosas", asegura, sobre todo lo que sintió y que fue indispensable para lo que vino después. Regina se dedicó de lleno al estudio y la producción de arte, fundó la Escuela de Arte Inclán, un centro cultural en el que hoy vive, donde se dictan clases de música, tango, salsa y artes visuales.

 

Durante una de esas clases hubo una alumna de la que ella sabía que su papá era director de cine. Le preguntó entonces por la posibilidad de registrar la elaboración del mural que estaban preparando, de contratarlo para que quede registro de la que hoy es la fachada de la escuela, en la que se ven las sonrisas de 96 Carlos Gardel, en Inclán 3090, lugar declarado Sitio de Interés Cultural por la Legislatura porteña. Participaron 150 personas del proyecto, que además, entre varios zorzales que vuelan alrededor, lleva una inscripción: "Mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver no habrá más penas ni olvido".

 

Regina Satz bailando frente a la fachada de la Escuela de Arte Inclán, en una de las escenas del film

Regina Satz bailando frente a la fachada de la Escuela de Arte Inclán, en una de las escenas del film

Pero cuando Ricardo Piterbarg se acercó hasta Parque Patricios a charlar, fue Telma Satz la que le contó la historia de su hermana Regina. Que había estado en la AMIA, que creyó que iba a morir, que su vida había cambiado desde ese día. Y él no dudó: "Esto no es un videíto, es una película", dijo. Y lo fue. Este jueves, a un día de cumplirse 24 años del atentado, IKIGAI, la sonrisa de Gardel se estrena en los cines Gaumont ( 11:10 y 20:00 horas), frente a plaza Congreso, y Cosmos (18:10) en Buenos Aires. Después comenzará una gira por el sur del país.

"Ikigai, que es una palabra japonesa, encierra varias interpretaciones, pero uno de sus mensajes es el de 'descubrí cuál es tu mision' y yo decidí comprometerme con mi verdadera misión", le explica a apenas horas del estreno Regina, que sin quererlo terminó convirtiéndose en la protagonista de una película, a Infobae Cultura.

 

Los 96 Gardel y su sonrrisa -"nuestra Gioconda", según Regina- en la fachada de Escuela Inclán están hechos con una técnica particular: la de destruir para crear. "Estuve años intentando expresar una metáfora en mi arte que signifique o represente lo roto, lo destruido. Es una línea que rompe la imagen hasta que me encontré con la imagen del mosaico, no en forma de decoración, sino como una rotura dentro de la imagen, que son esos quiebres que nos atraviesan, como vulnerabilidad de la existencia, y la recomposición de mí misma".

Regina Satz

 

Después contesta a una pregunta simple con la síntesis y la potencia que envidiaría cualquier contratapa: "Desde lo sensorial, desde el frío que viene a pegarse a tu cuerpo como aquella vez, te acordás de cada una de las personas que murieron. De pequeños gestos, trato de atraparlos, sus miradas, el brillo de sus ojos, sus palabras, sus preocupaciones, cosas que decían, cosas graciosas, y vuelvo a ese día, a la impotencia que sentí desde un primer momento de decir 'cómo puede ser que en un instante hayan sido tragados por eso', por la destrucción, y plantearme que yo quedé de este lado. Me siento en deuda y eso es un poco raro de entender, pero esa deuda se salda haciendo este tipo de cosas".

Regina Satz

"El documental no narra la vida de una persona, sino que lo que dice es que le puede pasar a cualquiera. Pero todo lo que te puede pasar, viene también con la posibilidad de transformar tu realidad", sintetiza. Ikigai, la sonrisa de Gardel no aborda el atentado y la tragedia de la AMIA desde el pánico, la muerte, desde el que sobrevive para convertirse en una víctima más, sino del que escapa y hace algo con eso.

fuente: infobae

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