MIGUEL DE LA 14

Hombre medio

Yo iba en la última fila de una multitud de hombres que caminábamos hacia el Oeste, creo. Digo fila, para indicar que caminaba detrás de todos, al último.
domingo, 28 de julio de 2019 · 00:00

Yo iba en la última fila de una multitud de hombres que caminábamos hacia el Oeste, creo. Digo fila, para indicar que caminaba detrás de todos, al último. Tampoco era una disposición en línea “recta”, uno al lado del otro. El grupo era como un arco, con la concavidad hacía el Oeste, hacía donde nos desplazábamos. Yo iba casi a la mitad de lo más exterior de la convexidad.

Caminábamos en una “formación” extraña, constante, que no alteraba su forma. Si alguien nos observaría desde un helicóptero, asemejaríamos una rodaja de un objeto redondo, por ejemplo: una rodaja de melón. Yo me retrasé, lo digo así porque no se decirlo de otra manera,  y observe durante un largo trecho, a esa multitud de hombres, en arco, que avanzábamos. Me observaba de espalda, como observaba a todos. El color de mi ropa era oscura, sobresalía de los demás, todos tenían un color gris claro. Sin variaciones en cada uno, desde el sombrero a los zapatos, llevaban el mismo color, y sin variaciones entre ellos. Pude ver como caminábamos. Yo  me observaba de espalda, como a todos. Me llamó la atención la diferencia del tono de mi vestimenta, que contrastaba con la uniformidad en el tono de los demás. No sabía dónde íbamos. Íbamos, al menos yo, sin preguntar a donde.  Tengo, ahora, la sensación de que no me preguntaba eso mientras observaba. Y mientras observaba no se alejaba de mi la multitud. Yo observador, me desplazaba detrás. Y Yo observado por mí, iba casi en la mitad de la convexidad del grupo. O ese pensamiento cambió y fue simultáneo con mi “regreso” de la observación. O sea yo volvía a mí, y mientras caminaba pensaba: ¿dónde iríamos? Nadie hablaba con el otro. Íbamos como determinados por un fin común, único. Tengo la sensación, que hasta el paso de todos era similar, porque lo que se veía, abajo, era una armonía en el movimiento de las piernas. Sino esa forma de rodaja, gruesa, que llevaba la multitud se hubiese ido desarmando.  Eso: “del fin común”, me disparó miedo o dolor o necesidad de simularlo. Aunque yo tengo conciencia del par contradictorio, primitivo, Finito-Infinito, que llevamos a cuesta. Soy ateo.

Pero ¿qué necesidad de estar volviendo, expresamente ahí? Y al no poder responder inmediatamente, esa última pregunta, sentí el dolor de Ser-en-el-mundo……. y sentí  la necesidad de simular esa pregunta. Yo no conocía a ninguno de los tipos con los que caminaba. Seguramente, cada uno de ellos, tampoco.

Me decidí a escribirlo, cuando estas sensaciones se me fueron debilitando.

Al comienzo, dije: “caminábamos hacia el Oeste, creo”. Y eso le dio visos de realidad: la incertidumbre sostenía mis pensamientos.

Registré la uniformidad de las vestimentas, saco y pantalón, todos con sombrero. Yo uso sombrero. El color distinto de mi ropa, que sobresalía de la multitud, que yo observaba, tal vez se refiere a que  era yo, quien observaba la multitud caminando. Y me preguntaba por qué la multitud, hacía dónde íbamos, y yo: porqué. Pero como el lenguaje nombra lo universal, cuando digo Yo, son todos los Yo de la multitud, yendo.  Seguramente habrían otros de los que caminaban observando la multitud en movimiento y ese: cada uno que observaba se vería, seguramente, con el color de su vestimenta sobresaliendo de la similitud en la que yo iría de gris en esa observación.

No puedo comentar detalles del lugar por el que caminábamos. Como si lo único importante fuesen los hombres, caminando, en una similitud expresada con exageración. Había como una ausencia del paisaje, también era una exageración. Tal vez para llamarnos la atención a cada uno, cuando éramos observador que nos observábamos. El acto de ser observador para observarnos teniendo a los demás como  constituyentes de la cotidianeidad por dónde íbamos. Con las manifestaciones en el color distinto de la vestimenta, mientras nos observábamos,  yendo en la similitud del movimiento. La  geometría de la comunidad, que no se modificaba…….

Era casi medio día, había entrado temprano al café y me quedé leyendo, salí y atravesé la ciudad caminando para volver a mi casa, con calma. Sentía los pies cansados, mire mis zapatos y extrañamente estaban con tierra suelta arriba, me sorprendí mirándome la ropa, como si hubiese sido intencional ponerme el saco de un tono oscuro como los pantalones, no suele ser común eso en mí. Esa mañana había salido sin mí sombrero.  

Me da placer caminar por la ciudad, llevar una clandestinidad expuesta. Eso es: ir con mi intimidad intacta entre la gente que transita. Lo que llevo en mi cartera, casi como parte de un secreto. Estaba preparando un seminario y lo titularía: Ejercicio de Aletheia, esa especie de cascada de velos deslizándose para que las cosas se manifiesten, se hagan patentes, se revelen…….Claro: Aletheia, es “revelación” lo opuesto de “oculto”……si…eso es.

                                                                                               Miguel  Montoya

 

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