Con 24 años, Gustavo Fernández ya saboreó las mieles de ser el número 1 del tenis mundial. Este deportista nacido en Río Tercero, que al año y medio sufrió un infarto medular, quedó paralítico de la cintura para abajo y juega al tenis en su silla de ruedas desde que tenía seis años; tras ganar Roland Garros en 2016 y el Abierto de Australia del año pasado se convirtió en el primer argentino en liderar un ranking mundial de tenis.

"Cuando uno convive con la discapacidad sin prejuicios de tan chico se naturaliza completamente", confesó éste joven que llegó con sus padres y su novia para disfrutar de una noche en la Fiesta Nacional del Sol.

Contó que entrena entre seis y siete horas diarias, entre gimnasio y técnica tenística, que le encantaría venir nuevamente a San Juan para el choque ante Chile por la Copa Davis: "me encantaría pero en esa fecha estaré compitiendo en Europa".

Lucha en la cancha para ser el mejor del mundo y lucha en su diario vivir para que en su país se naturalice la discapacidad, "como lo hacen los niños".

"Acá estamos muy lejos de la mentalidad que hay en otros países. En España u otro país ven con naturalidad a personas con discapacidad disfrutando de un partido de básquetbol. Acá cuesta más porque el perjuicio y el miedo de los grandes viene predeterminado y es completamente erróneo. Es nuestra tarea como adultos aprender a naturalizar la discapacidad".

Acompañado de su novia Florencia, confesó que "hoy por hoy" piensa como tenista, que aspira a "10 años más" en el primer nivel y que su objetivo es volver a ser el número 1 del mundo.