OPINION

Yo te creo

De aquel poema centenario de Alfonsina Storni al video testimonial de Thelma Fardín. Los estereotipos sociales impuestos a las mujeres que perduran hasta justificar lo injustificable.
jueves, 13 de diciembre de 2018 · 11:00

Por Daniel Tejada
Canal 13 San Juan


"Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada".

Esta posiblemente sea una de las poesías más famosas de la gran Alfonsina Storni. Los especialistas en literatura sabrán darle el lugar que tiene. Para el resto de nosotros, es una pieza fundamental de la larga lucha de las mujeres por desmarcarse de los estereotipos sociales reservados para ellas.

Tal vez no sea casual, que esa poesía, a la que acudí movilizado por el testimonio revelador de la actriz Thelma Fardín, esté cumpliendo 100 años. Fue incluida en el libro "El dulce daño", de 1918.

En el fondo y en la superficie también, a las mujeres se les sigue exigiendo aquella postura de castidad como valor. La mujer que goza de su cuerpo todavía carga con un estigma que no le cabe al varón en su misma posición. Las queremos puras, aunque sea incongruente con el manoseo que tienen que experimentar incluso antes de dejar la niñez. 

Porque una chiquita no elige cuándo se despiertan sus hormonas. Simplemente ocurre. Su cuerpo cambia. Entonces, tendrá que afrontar esa realidad que para los varones es ni siquiera imaginable. Ninguno de nosotros cumplió 11 o 12 años y salió a la calle para escuchar los mal llamados "piropos", esas descripciones detalladas de todo tipo de técnicas amatorias que el ocasional mirón se imagina con la preadolescente.

Groserías, roces en el colectivo, invasión de manos extrañas en el boliche, insinuaciones que van conformando un código que muy tempranamente tienen que aprender. Aprender para sobrevivir. Aprender a callar cuando sea necesario. Aunque resulte doloroso. Aunque tengan que sofocar la tristeza y la rabia, por muchos años o lo que les quede de vida.

No existe mujer que haya podido zafar de esta experiencia. En distintos grados, con diferentes matices. Habría que atreverse a hablarlo con honestidad brutal con las mujeres de nuestras familias, de nuestros afectos. Seguramente resultaría sanador quebrar ese muro de ocultamiento vergonzante. Porque, como tantas otras, esta realidad está naturalizada en una sociedad que las pretende puras, las pretende castas, y al mismo tiempo las reduce a objetos de satisfacción, primero, para convertirlas en vientres reproductores después.

No se trata de denostar a la maternidad. El amor no se puede cuestionar. No es ese el sentido de esta reflexión. Sino simplemente llamar a la ruptura de los estándares construidos, que permiten que de vez en cuando aparezca algún estúpido al que le hicieron creer que cuando una mujer dice no, en realidad quiere decir que sí. Que la mujer fue creada para servir al varón. Que en definitiva, puede ser reducida a la condición de objeto.

Tenemos la misión de patear todo. Tirar la estantería abajo. Y empezar de cero. Esta vez, mejores.


JAQUE MATE

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