OPINION

Orrego y la anécdota de Don Leopoldo

Fue un episodio ocurrido en la campaña de 1983, en el regreso de la democracia. Puede ser significativo a la luz de las decisiones tomadas por estos días.
jueves, 13 de junio de 2019 · 11:22

Por Daniel Tejada
Canal 13 San Juan


Habría que pasar holgadamente los 50 años para tener registro más o menos nítido de cómo se tejió aquella campaña electoral de 1983, en el regreso de la democracia. O habría que contar con el relato de los testigos de aquella época. Y ese es nuestro caso.

Con la dictadura militar en caída libre, la provincia había salido de los interventores castrenses y los había sustituido por dirigentes bloquistas que también administraban en nombre de la Junta, aunque con modales civiles. Tanto fue así que Don Leopoldo Bravo renunció al cargo de gobernador delegado de las FFAA, para ser candidato y ganar las elecciones con el amplio respaldo de los sanjuaninos y sanjuaninas.

Pragmático y maestro de muchos otros que lo sucedieron, dentro y fuera de su propio partido, Bravo entendió algunas reglas de la política aunque no siempre los resultados lo acompañaron. Cómo olvidar que, tras la derrota en las legislativas nacionales de 1985, presentó la renuncia a la Gobernación y se tomó el 6 de La Nueva Sarmiento sobre Avenida Libertador y Paula para volver a su casa.

Con ese pragmatismo y ese oficio a cuestas, forjado al lado de Federico Cantoni y del mismísimo Juan Domingo Perón, Bravo le devolvió al bloquismo su potencia electoral con sucesivos acuerdos frentistas que jamás desatendieron el escenario nacional. El partido de la estrella nunca abandonó su raíz sanjuanina, pero tampoco dejó de tender puentes con Buenos Aires. Porque así se escribió la historia de esta provincia y de este país, pretendidamente federal.

Cuentan los que lo vivieron, que Don Leopoldo participó de una operación política magistral en la campaña de 1983, cuando se palpaba la ola alfonsinista, con aquellos discursos memorables del líder radical que recitaba el Preámbulo de la Constitución como un verdadero credo sanador después de tantos años de oscuridad, sangre y desaparecidos.

En San Juan el radicalismo tenía a su propio candidato a gobernador, que se llamaba Carlos Teófilo Alonso. En frente estaba el candidato justicialista, César Gioja. Y en el medio se encontraba el bloquista que, en pincipio, carecía de una referencia nacional. Había sido embajador argentino en Rusia, en la presidencia de Perón. Pero también había sido funcionario de la dictadura. ¿Cómo podía acomodar el cuerpo a la coyuntura que tenía encima? 

La alternativa era trabar relación con el carismático Raúl Ricardo Alfonsín. Todavía como candidato presidencial, el líder radical llegó en una visita de campaña a la provincia y en su agenda tenía prevista una reunión en el Hotel Nogaró. Una hábil maniobra con la ayuda de Don Francisco Montes, propietario de Diario de Cuyo en aquella época, permitió "colar" a un fotógrafo en el momento oportuno para que Bravo apareciera en la foto de tapa junto al futuro presidente argentino.

El candidato de Alfonsín en San Juan era Alonso. Pero desde ese instante y después de esa primera plana, también lo fue Bravo. Más o menos así cuentan la anécdota quienes fueron testigos del acontecimiento, que no explica el resultado de la elección al 100%, pero ofrece un elemento indispensable para su interpretación.

Hubo moraleja para aquellos que como Orrego tuvieron que optar por un candidato presidencial antes que jugar con boleta corta. Era demasiado alto el riesgo de quedar licuado dentro del cuarto oscuro, despegado de la pelea por la Casa Rosada. Tal vez la anécdota de Don Leopoldo sirviera como aporte. Claro, siempre habrá costos por pagar, porque no es igual apoyar a Alfonsín que a Mauricio Macri.

 

JAQUE MATE

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