OPINIÓN

El río que suena y la muerte en soledad

Uñac tuvo que salir a contestar las suspicacias. Mientras tanto, en el país siguen muriendo más de 100 personas cada día.
jueves, 30 de julio de 2020 · 12:30

San Juan terminó este miércoles sin nuevos casos confirmados de Coronavirus, con 20 acumulados desde el primero detectado el 28 de marzo, de los cuales la mitad ya se pudo recuperar. De los 10 casos activos que quedan, todos son asintomáticos. Están pasando la enfermedad sin mayores contratiempos, aislados en un hotel hasta lograr las dos PCR negativas que les permitirán regresar a su vida cotidiana.

Puesto así el último reporte oficial del Ministerio de Salud Pública, podría interpretarse que está todo bien. Bajo control. Que en esta dinámica solo pueden aparecer nuevos casos en las fronteras, con repatriados o transportistas inmediatamente detectados y confinados a una habitación. 

Para muchos, será asunto terminado. Incluso, será motivo para eternizar las medidas de control estricto en los límites con Mendoza, La Rioja y San Luis. Para mantener prácticamente cerrada la Terminal de Ómnibus. Y el aeropuerto Domingo Faustino Sarmiento también. Es parte de la nueva normalidad, es verdad, pero al mismo tiempo es una instantánea frágil.

Contra el deseo de muchos, este cuadro de situación se podría ver afectado drásticamente de un momento a otro. Lo blanqueó abiertamente esta semana el mismísimo Sergio Uñac y un día después de lanzar el plan para la eventual circulación viral comunitaria, volvió a la carga. Salió a responder algunas suspicacias.

Llegó a oídos del gobernador la sospecha de que el plan de retroceso oculta algo que no se está diciendo. "Cuando el río suena es porque agua trae", parafraseó Uñac haciéndose cargo de las dudas. Volvió a explicar que "planificar no significa de alguna manera anticipar que algo va a pasar". No es linealmente pronosticar la circulación del virus entre los sanjuaninos y las sanjuaninas, sino prepararse ante el caso de que suceda.

Sin embargo, esa angustiante posibilidad, todavía difusa y ojalá distante en el tiempo, no debería distraer la atención de otros datos también alarmantes que son actuales y están sucediendo.

Este miércoles terminó con 110 muertes en Argentina y más de 5.600 nuevos casos positivos. Sigue sostenida la estadística diaria, con mínimas variaciones. El país está sepultando a un centenar de personas víctimas del Coronavirus cada 24 horas. Sin despedida de sus familias. Sin un beso. En la más absoluta soledad.

En los últimos siete días, el promedio de nuevos casos no bajó de 5.300 cada jornada. De poco sirve jactarse de que en otros países la situación es mucho peor. Eso no traerá consuelo a quienes perdieron a sus seres queridos. Ni será un bálsamo para los que están transcurriendo la enfermedad entre cuatro paredes, sin contacto humano en absoluto.

La viceministra de Salud de Nación, Carla Vizzotti, pidió este miércoles no naturalizar los números. Cada nuevo caso es una persona que tiene incertidumbre, que tiene temores, que tiene que estar en resguardo, minimizando el contacto con otros. De eso pueden hablar seguramente los 10 sanjuaninos que están aún infectados, asintomáticos pero presos de la angustia de no saber cómo será su evolución y cuándo podrán liberarse del maldito virus, para volver a abrazar a sus afectos.

No se trata de salir a sembrar miedo. Estar preparados para que la situación sanitaria sanjuanina cambie drásticamente es levantar la guardia. Los números informados muestran cómo la peste va cubriendo cada vez nuevas porciones del territorio nacional. El sistema de salud por el momento está dando respuesta, aún en las zonas más afectadas. Aún en la castigada área metropolitana de Buenos Aires o en Chaco, donde tuvieron que salir a pedir médicos terapistas prestados, porque los que tenían ya no eran suficientes.

La tasa de letalidad del Coronavirus en Argentina no llega al 2 por ciento. Entonces, más de uno podría sentirse liberado para contagiarse sin temor a la 'gripezinha', según la definió el impresentable Jair Bolsonaro. Si todo se reduce a pasar algunos días sin síntomas, con apenas pérdida del sentido del gusto o del olfato y nada más, no es para tanto.

Pero no es así. El costo de tener Coronavirus es la soledad. Y el miedo a una sociedad que todavía señala al enfermo como culpable. A su familia como sospechosa. Y al fallecido como un número que, afortunadamente, todavía no sucedió en San Juan.

JAQUE MATE