OPINIÓN

El país que viene pegado a la CABA

Entre los aprendizajes que dejó la pandemia, se entendió que las realidades de un territorio tan extenso son muy variadas. A algunos les cuesta asumirlo.
sábado, 9 de enero de 2021 · 11:27

Varios aprendizajes dejó el difícil 2020 atravesado por la pandemia, para los argentinos y para los sanjuaninos en particular. En primer lugar, el carácter imprescindible del distanciamiento social, el uso del barbijo y el lavado obsesivo de manos. En segundo lugar, la toma de consciencia de que el país tiene una extensión y una gama de realidades tan variada que fue erróneo dictar políticas sanitarias uniformes desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esa equivocación mantuvo a esta provincia, sin ir más lejos, en una anticipada cuarentena cuando el virus ni siquiera se había asomado. Fue confinarse por las dudas y en solidaridad con el brote que ya hacía estragos en el AMBA y otros conglomerados urbanos.

Fue así que San Juan pagó el costo de la inactividad desde el 20 de marzo en adelante, semana tras semana, en un régimen pocas veces visto donde se impidió trabajar a quien no fuera considerado esencial, se persiguió no solo las reuniones sociales sino también los encuentros familiares y salir a dar una vuelta por la plaza del barrio se consideraba prácticamente un acto de insurrección. La peste no llegó hasta el 19 de agosto, cuando se descubrió el brote de contagios en Caucete. Fueron 5 meses después que en el resto del país.

Hasta ese 19 de agosto bisagra, San Juan había tenido apenas 22 casos. La mayoría importados. Un par autóctonos por contacto estrecho, perfectamente identificados. No había circulación viral comunitaria y no la hubo hasta que alguna huella ilegal le abrió camino a la infección. Una fiesta familiar en Santa Lucía fue luego el detonante de contagios. Así la provincia terminó 2020 con 14.971 casos acumulados, 11.700 recuperados y 326 fallecidos, según los datos oficiales difundidos por la jefa de Epidemiología, Mónica Jofré este viernes.

La funcionaria habló apenas una hora antes de que el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, anunciara el decreto firmado por el presidente Alberto Fernández para darles un parámetro a los gobernadores para medir la gravedad de la peste en sus distritos. Con una combinación de dos criterios -contagios los últimos 14 días y casos por cada 100.000 habitantes- cada provincia será coloreada como un semáforo. Las que caigan en luz roja tendrán que aplicar el toque de queda sanitario, que consiste básicamente en restringir la circulación nocturna.

La 'nocturnidad' fue establecida como el momento en que mayor proliferación de contagios sucede, debido a las reuniones de amigos sin distanciamiento y el consumo de bebidas alcohólicas, que tienden a relajar los comportamientos. 'Nocturnidad' fue la palabra empleada por la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, que le valió una catarata de críticas opositoras. ¿En el día el virus no circula? ¡Están criminalizando a los jóvenes en vez de asumir las consecuencias de las políticas sanitarias equivocadas! Son todos argumentos que entran en una espiral para agudizar las confrontaciones en el inicio del año electoral.

No es una discusión menor, en absoluto. Pero urge una mirada bien sanjuanina (otros colegas provincianos podrán hacer su aporte seguramente) frente a un sesgo centralista que este sábado llegó a cuestionar 'la transferencia de poder a los jefes feudales' (Miguel Wiñazki, diario Clarín) o la responsabilidad 'licuada en los 24 gobernadores' (Edi Zunino, diario Perfil). Bajo el encandilamiento de las luces de Buenos Aires, el giro albertista de ceder la toma de decisiones a cada jurisdicción fue interpretado como un gesto de debilidad. O peor aún, de derrota. De tirar la toalla.

Visto desde San Juan, desde la experiencia de los 5 meses de cuarentena adelantada y solidaria por los contagios que ocurrían en otras ciudades -incluida Buenos Aires- pero no todavía en este modesto rincón cordillerano, solo se puede valorar positivamente que por primera vez en la administración de la pandemia se haya intentado una perspectiva federal.

San Juan no tiene temporada de verano como Mar del Plata o Carlos Paz. Sí, llegan algunos turistas pero ni siquiera los más enamorados de estos paisajes vírgenes a escasos minutos del microcentro celebran las temperaturas máximas de 40 grados en enero. Por eso, entre otras razones, es que se fijó anualmente la Fiesta Nacional del Sol para fines de febrero. San Juan no tiene multitudes hacinadas en sus playas, sino alguna fiesta clandestina por ahí que en los casos extremos llegó a las 50 personas. O al menos esa fue la cantidad de detenidos registrados por la Justicia de Flagrancia. San Juan tiene particularidades como Mendoza, San Luis y el resto de las 24 provincias argentinas, diferentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Explicarlo en un par de líneas resulta tan difícil como entenderlo desde la exquisita arquitectura parisina junto al Río de la Plata.

De todos los errores cometidos por el gobierno nacional, esta 'mano blanda' parece el más perdonable, porque viene con el aprendizaje forzoso de una pandemia que hubo que conocer a los tropezones. Parte de ese aprendizaje fue entender que el país es muy grande. Tanto que sus realidades siempre serán diversas y la uniformidad a menudo fue sinónimo de injusticia. En la Casa Rosada parecen haberlo entendido. Pero todavía queda mucha docencia por delante, desde la General Paz hacia adentro.


JAQUE MATE