OPINIÓN

Golpismo

La profecía o arenga a una interrupción democrática en medio del caos. La militancia del voto calificado en un país que sepultó esa discusión hace más de un siglo.
jueves, 22 de abril de 2021 · 10:09

Todavía se acomodaba la mandíbula el peronismo después de las elecciones presidenciales de 2015. Había recibido una trompada en las urnas. Una demostración de insatisfacción de parte de la ciudadanía. En ese contexto y con notable serenidad, el entonces diputado nacional Daniel Tomas (1957-2016) hizo una reflexión que cobra valor a medida que pasa el tiempo.

El legislador era un entrevistado frecuente de Canal 13. Uno de esos dirigentes todo-terreno, dispuesto a brindar una declaración aún cuando el tema fuera el más incómodo de todos. El inicio de la gestión de Cambiemos significó claramente el pico de popularidad de Mauricio Macri y el desmembramiento del Frente para la Victoria. El principio de su disolución.

Fue aquí, en el programa Banda Ancha, donde Tomas dijo que lo sucedido era un llamado de atención imposible de ignorar. Por primera vez la derecha o la centroderecha accedió al poder con la legitimidad de los votos. Entiéndase que identificar a un espacio político con la derecha no debiera significar un agravio. Por el contrario. Es gracias a la coexistencia de ambos polos que se construyeron las democracias más sólidas del mundo. Cuando uno gobierna, el otro controla.

Tomas anotó el mensaje ciudadano que se expresó con libertad en el cuarto oscuro. El peronismo tuvo que poner las barbas en remojo. Cuatro años más tarde, con la misma libertad el pueblo rechazó darle una segunda oportunidad a Macri. Así llegó Alberto Fernández a la Presidencia de la Nación. Dicho así parece una obviedad. Pero a veces es necesario partir de lo evidente, para recuperar la sensatez perdida.

Argentina atraviesa un periodo muchas veces carente de racionalidad. La desobediencia del jefe de Gobierno Porteño a un fallo de la Justicia Federal esta semana es apenas un ejemplo de ello. Un quiebre institucional. Pero no el único. Ya no se trata únicamente de lo que hagan o dejen de hacer los políticos del oficialismo y la oposición, sino del rol que desempeñan los comunicadores, con una responsabilidad agravada en pandemia.

Marcelo Longobardi debe ser el periodista radial más escuchado de la Argentina. Al menos lo es en Buenos Aires, el ombligo del país, donde cuentan las mediciones de audiencia y donde se cocinan las grandes decisiones. En su tradicional pase con Jorge Lanata en Radio Mitre, dijo:

'Algún día, lamentablemente, tendremos una sorpresa. Porque vamos a tener que formatear la Argentina de un modo más autoritario para poder manejar semejante descalabro'

Y agregó:

'La democracia no es para cualquier país, la democracia requiere de estándares, de bienestar económico, de igualdad económica, de oportunidades, de estabilidad'.

Huelgan las interpretaciones cuando lo dicho es tan explícito. Es simplemente una profecía o una arenga a una interrupción democrática, entendiendo que 'este país' -como les gusta a muchos referirlo- no es apto. Que la expresión soberana del pueblo en el cuarto oscuro termina viciada por impericia, por ignorancia, por pobreza.

Es una línea de pensamiento consistente con otras apreciaciones ya impresas en los diarios más importantes del país. En enero pasado, el reconocido periodista Pablo Sirvén (La Nación) tildó a la provincia de Buenos Aires como un territorio 'africanizado', embanderado en una doble discriminación. Para no ahondar en detalles y no desviar el enfoque, cabe subrayar ese punto en común: la idea de que no todos pueden votar, porque hay votos bien votados y votos mal votados.

Ese afán de calificación, de estratificación, también es fogoneado con intencionalidad manifiesta en redes sociales. Se construyen climas en ese nuevo territorio de militancia política, donde se edifican o se dinamitan figuras. Pasa aquí en Argentina, y en las naciones del primer mundo también. Acaso alguien pueda olvidar el escándalo de Cambridge Analytica.

'Hay una vocación de ciertos sectores políticos por caotizar', dijo este miércoles en Banda Ancha la dirigente kirchnerista Marita Benavente. Valga la aclaración, identificar a un funcionario con esa corriente no debiera significar una descalificación. Tampoco su adhesión al macrismo. Sí, nuevamente, las observaciones obvias suelen ser necesarias cuando la sensatez pende de un hilo.

El origen del caos cambia dependiendo del interlocutor. Para el cruzadista Alfredo Avelín Nolléns la responsabilidad es solo de la Casa Rosada. 'Creo que está descontrolado el presidente. Y cuando se producen agresiones, se contesta', afirmó el veterano dirigente.

El debate político irá acrecentando su intensidad en la medida en que se aproximen las elecciones. Y afortunadamente la palabra final será la del soberano. El pueblo. De todas las condiciones de la democracia, posiblemente la más sublime sea que ese domingo de comicios cada voto vale exactamente lo mismo que el resto. El cuarto oscuro iguala. El padrón no distingue patrimonios, ni escolaridad o abolengo. Es una discusión superada hace más de un siglo, con la Ley Sáenz Peña de 1912.

Por eso resulta inaceptable hablar de 'formatear' al país de un 'modo autoritario'. El pueblo no necesita de salvadores mesiánicos, iluminados o señalados por un poder superior. Cada vez que eso sucedió, se pagó de la peor manera. No es difícil de entender. Se trata de respetar la voluntad popular. Aún cuando uno se encuentre en minoría. Todo lo que se aparte de esta lógica, es golpismo.


JAQUE MATE