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Uruguay venció a Egipto por la mínima y sobre la hora

Sólo su cabezazo en un córner en el 89' pudo con El Shanawy. Suárez había fallado tres goles cantados y Cavani remató una falta al palo. Cúper reservó a Salah.
viernes, 15 de junio de 2018 · 11:25

Giménez, con el alma de un atlético, apareció en el área en el minuto 89 para rematar de cabeza un córner tras un salto prodigioso y resolver la papeleta. Un vuelo que rescata a Uruguay para ponerle la clasificación de cara y que tumba el defensivo planteamiento de Egipto, que vivió en su área mirando siempre de reojo hacia el banquillo para ver si Salah (el líder reservado) calentaba. Por mucho que Cúper juegue al despiste, el faraón aún se acuerda de Ramos. De paso, el gol del central también salva a Luis Suárez. El delantero estaba ansioso por regresar a la escena mundial tras aquel inolvidable mordisco. Y la ansiedad y las paradas de El Shenawy le estaban pasando factura. Falló tres goles cantados (23’, 46’ y 73’) en acciones en las que no suele perdonar.

A Uruguay le costó demasiado sumar tres puntos porque le pasó lo habitual en estos casos, cuando quieres enterrar de golpe tu pasado o modernizarte sin convicción,ya cargado de años, poniéndote un pendiente o intentando levantar una cresta. Tabárez ha conservado la solidez defensiva a lomos de Godín y Giménez, pero está intentando mutar el estilo en ataque, sustituyendo el balón directo al que siempre sacó partido un equipo veterano por el toque más juvenil y tímido de Vecino, De Arrascaeta y Betancour. Así, no hubo rasgos de la garra habitual hasta el final, cuando el plan se cambió sobre la marcha, ni evidencias de profundidad o comodidad con el nuevo planteamiento. De Cavani no hubo noticias dentro del área, que es donde de verdad muerde y marca las diferencias, y su brillo se reservó para dar asistencias o para sacar a pasear su potencia desde larga distancia. Él también tendrá pesadillas con una estirada de El Shenawy en el minuto 83. Su falta al poste podrá ser justificada por la mala suerte.

El partido, sobre todo en su primer tiempo, estuvo más cerca de lo que quiso Cúper, cuyo defensivo plan va más allá de esta primera fase: por eso reservó a Salah de salida en su cumpleaños y no alineó a El Hadary para que confirmara un sueño a sus 45 años. El técnico, pese a la modestia de Egipto y su complicado futuro (se cruzaría con el grupo de España), quiso mandar un mensaje claro: esto es un Mundial y no un torneo de homenaje.

En la segunda mitad, Uruguay entendió un poco mejor qué es lo que mejor le funciona. Las entradas de Cebolla y Carlos Sánchez le metieron algo más de nervio al partido. Hasta entonces, Uruguay se desplegaba como si en Ekatimburgo hubiera 40 grados cuando en realidad había 13. Egipto ya sólo se replegaba. Trezeguet era la única esperanza, pero estaba demasiado sólo en sus galopadas. La única esperanza para mantener el botín era su portero. Pero sus poderes se fundieron. Uruguay, pese a querer dar una vuelta a su filosofía, siempre vivirá de la garra. A Giménez se le cae de los bolsillos.

(AS)

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