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Beorchia Nigris: el andinismo fue su vocación y le regaló al amor de su vida

Además de permitirle realizar un aporte de magnitudes incalculables a la investigación de la historia de los incas, el montañismo le permitió a esta leyenda viviente encontrar a su alma gemela.
domingo, 15 de noviembre de 2020 · 12:35

Era un jueves caluroso y a la vez tranquilo en la provincia de San Juan. Antonio me estaba esperando en su casa ubicada cerca del Jockey Club. Ni bien entré nos dimos un fuerte apretón de manos que me hizo notar su piel áspera, como si hace unos momentos hubiera regresado de la ascensión a algún nevado. Nos sentamos en su estudio y uno de sus hijos me trajo una cerveza. Beorchia le pidió un wiskhy con algunos hielos. Una vez hecha las presentaciones, este histórico hombre comenzó a rememorar como surgió su pasión por el andinismo. “Yo nací rodeado por montañas, pero no acá, en los Alpes Cárnicos. Cuando llegué acá naturalmente me sentí llevado hacia la montaña”, expresó.

Continuando con su relato recordó que poco tiempo después de que desembarcara en San Juan, llegando desde su Ampezzo natal, conoció a un tal Egardo Yacante. Este hombre le hizo conocer el Club Andino Mercedario, lugar que comenzó a frecuentar cada vez más. Luego de algunas excursiones Beorchia Nigris estrechó lazos tan fuertes con Yacante, que comenzó a relacionarse con toda su familia. De esta manera conoció a Edda Elena Yacante, la hermana de su nuevo amigo a quien recuerda, entre risas, como una chica muy bonita con la que “me terminé enganchando”.

Edda Elena se convirtió en el alma gemela de este italiano radicado en San Juan. Su relación fue tan intensa y fuerte que estuvieron más de 51 años juntos, en los que trajeron a este mundo a cuatro hijos. Solamente la vida y el destino logró separarlos cuando tristemente ella dejó este mundo hace 9 años atrás. “Fue lamentable, fue una compañera excepcional”, reveló el viudo tras un notorio cambio en su voz que evidenció una profunda tristeza.

Sin embargo, el experimentado andinista prefirió pasar rápidamente a otro tema y seguir recordando como fue que el andinismo se convirtió prácticamente en su vida. Gracias a Edgardo, él fue metiéndose cada vez más en este mundo, hasta que llegó el día de hacer su primera expedición. Fue nada más y nada menos que al desafiante e intrépido “Pico Polaco”.

Era un día de enero de 1958 y cuatro hombres se decidieron a afrontar este reto que ni los europeos habían conseguido. El equipo estaba conformado por Sergio Fernández, recordado por Beorchia como “el mejor andinista de la generación antigua”, Edgardo Yacante, el propio Antonio y, sorpresivamente, el recordado artista Oscar Kummel.

“Nadie lo recuerda como andinista y sin embargo era muy bueno. Más que andinista era buen escalador el Oscar Kummel”, reveló con una sonrisa en su rostro mientras claramente recordaba alguna anécdota juntos. Una vez ya conformado el grupo y cargados con elementos de no muy buena calidad que provenían del ejército de aquellos tiempos, estos hombres emprendieron el viaje.

Tras días de trabajo el grupo logró ascender hasta los 5000 metros, por lo que aún restaban más de 1700 para hacer cumbre. En ese momento Kummel se descompuso y Fernández tuvo que bajar con él hasta el campamento base para que pudieran ayudarlo. De esta manera sólo quedaron Yacante y Antonio en esta exigente misión.

Finalmente, luego de atravesar una noche gélida, los montañistas lograron su objetivo y se convirtieron en los primeros en poder llegar a la cima del desafiante “Pico Polaco”. A partir de ahí el italiano siguió ascendiendo hasta distintos nevados, para calmar su adicción a escalar y para demostrarse a sí mismo que él era capaz de todo lo que se propusiera.

Sin embargo, llegó un punto en donde ya había subido en reiteradas oportunidades a los picos más altos y de a poco estaba perdiendo la motivación. Hasta que un día del año 1964, un tal Erico Groch llegó a su vida y lo invitó a participar de  una expedición al ahora famoso, nevado “El Toro”. Como es sabido, durante esta ascensión este grupo de escaladores encontró una momia inca, que había sido estrangulada hasta la muerte para ser entregada como sacrificio por estos aborígenes.

Desde ese momento Beorchia comenzó a apasionarse por la arqueología, algo que nunca había pasado por su cabeza. “No me quedé con descubrir algo, con sacar una momia, algún cacharro o una camiseta andina ¿Y eso que?, había que entender porque los incas iban tan alto y porque ofrendaban vidas humanas. Y así, a fuerza de porque, fundé el CIADAM (Centro de Investigaciones Arqueológicas de Alta Montaña)”, manifestó visiblemente orgulloso.

Con el paso de los años esta personalidad destacada del montañismo y de la arqueología, logró realizar más de 180 descubrimientos en su mayoría relacionados con los incas. Sin embargo, poco y nada de eso quedó en suelo sanjuanino debido al fastidio de algunos arqueólogos de la provincia, que nunca tuvieron una buena relación con el escalador.

Debido a esto gran parte de su aporte a la historia se encuentra expuesto en un museo en Salta. En esta provincia Nigris es tremendamente reconocido. Inclusive algunos docentes le enseñan arqueología a sus alumnos en la universidad, utilizando un libro escrito por él que es considerado como “La biblia de la Arqueología de la Alta Montaña”.

Hoy en día, por más que uno pensaría que a sus 85 años de edad estaría postrado en una cama o totalmente desganado, Antonio muestra una vitalidad impresionante. Se dedica a cuidar los animales que tiene en su casa (gallinas, perros, gatos, etc.) y disfruta de la vida rodeado de sus nietos y demás seres queridos en la comodidad de su casa. Sin dudas, una leyenda viviente.