Crónica sanjuanina

La macabra historia detrás de la devolución del cuerpo robado de Evita a Perón

A 50 años del hecho histórico, el periodista sanjuanino, Luis Eduardo Meglioli, relató detalles revelados por fuentes presenciales en España.
jueves, 2 de septiembre de 2021 · 12:35

El 3 de septiembre de 1971 el general Juan Domingo Perón recibía el féretro con los restos de Evita en su residencia de Puerta de Hierro en España. Fue 16 años después de la muerte de la dirigente que dejó su huella en la historia de la política argentina.

En el medio, hubo una macabra historia que incluyó el robo del ataúd con el cadáver embalsamado de Evita por parte de los militares, la muerte de una mujer embarazada, el cambio de identidad para trasladarla a Europa, un ritual esotérico y su llegada a las manos del General.

El periodista sanjuanino, Luis Eduardo Meglioli, relató la crónica de la restitución basado en testimonios de primera mano que recaudó durante su residencia en España. “Fue tan corto lapso en el que se proyectó Evita, entre 1945 y 1952, pero fue tal su impacto en la gente e incluso de manera internacional. En España consideran que la visita que hizo Evita al general Franco en 1950 era una salvación para el militar”, comenzó contando el periodista.

Luego, recordó que, tras su muerte en 1952, el cuerpo de Evita se depositó en la sede de la CGT donde era visitado por los fieles seguidores de dirigente peronista. Durante varios años, el cuerpo permaneció en ese lugar hasta la llegada de la dictadura militar liderada por Eduardo Leonardi. Una vez que los militares se hicieron con el poder, tomaron una drástica decisión con los restos de la ex primera dama.

“Ellos querían eliminar todos los rastros de Perón. Así como quitaron el nombre de Perón y Evita de todas partes, había que ver que hacían con este féretro tan complicado para todos. Por eso decidieron sacarlo a la fuerza de la CGT. Abrieron la sala donde estaba el cuerpo, le orinaron encima. Se sabe que ha tenido algunos golpes, después se descubrió que le falta un dedo”, comentó el periodista.

Los intentos de los militares por esconder el cuerpo de Eva Perón llegaron a límites impensados. Luego de robar el féretro lo mantuvieron oculto en una camioneta cerrada que era custodiada por un militar de confianza del general Aramburu. “Lo curioso fue que donde iba ese vehículo aparecían velas. Parece que alguien le seguía el rastro”, contó Meglioli.

Posteriormente, el ataúd fue ocultado en la casa de otro militar. La presencia del cadáver de Eva Perón en ese lugar fue el detonante de una tragedia. “Cualquier movimiento que veían en la noche estaban alerta. El militar que cuidaba el féretro tenía su esposa embarazada y un día vio llegar a alguien de noche. Como no sabía quién era, le disparó y luego se dio cuenta que era su esposa embarazada. La mató porque creía que era alguien que entraba para llevarse el féretro y el hombre se volvió loco”, contó Luis Meglioli. “Ahí decidieron tenerlo en otra oficina de pie al féretro. María Luisa Bemberg, que fue directora de cine, llegó a verlo y dio su testimonio de que lo vio vertical al féretro”, agregó.

Meglioli recordó que el cuerpo de Eva Perón fue embalsamado por Pedro Ara un español especialista en el tema.

Continuando con la crónica, la Junta Militar que gobernada el país en ese momento decidió sacarse el problema de encima y planearon el traslado del féretro al exterior. “Llegaron a un acuerdo para llevarlo al Cementerio Mayor de Milán donde hay personajes muy importantes sobre todo de la música. Había que inventar algo porque ellos (el gobierno italiano) no querían recibir el cuerpo de Eva Perón en plena dictadura de la Argentina”, comentó el periodista.

De este modo, los militares decidieron inventar un nombre ficticio y toda una historia detrás para ocultar la salida del féretro del país. Para ello, cambiaron el nombre de Evita por el de María Maris de Magistris e inventaron que se trataba de una mujer que había nacido en Milán y había muerto en Rosario. “Se inventó un hermano para que hiciera el trámite y se lo aceptó en Italia con la intercepción de la Iglesia supuestamente”, dijo el investigador.

“El caso es que el cuerpo se enterró en Milán. Nadie sabía, solamente el general Pedro Aramburu, un coronel y el presidente de facto Alejandro Lanusse. Mientras tanto los familiares de Eva seguían reclamando el cuerpo”, contó.

De este modo, pasaron 16 años hasta que el cuerpo finalmente llegó a las manos del general Perón.  Fue en 1971 durante el exilio del ex presidente en Puerta de Hierro España. “Antes de volver a la Argentina, Perón empieza a presionar con algunos militares conocidos y luego con Paladino que era el delegado de Perón en Buenos Aires. Ante eso, Lanusse decidió sacarse el problema de encima y nombró a Héctor Cabanillas, que era un representante de Perón, quien tomó contacto con las autoridades del cementerio de Milán para que, con la orden del Gobierno argentino, se pueda sacar de ahí el cuerpo y llevarlo a España”, describió Meglioli.

Fue finalmente el 3 de septiembre de 1971, casi de noche, cuando se produjo la ceremonia de entrega del cuerpo de Evita al general Perón. “Lo único que quería Perón delante de las autoridades representes de Argentina era que le abrieran el féretro para comprobar que era Evita”, dijo el periodista sanjuanino.

Este relato está basado en un testigo presencial de ese momento histórico. Fue el último administrador de Perón en España, José Miguel Bagni, quien relató los detalles de este momento de primera mano al Luis Meglioli.

“Una vez que se retiraron las autoridades del Gobierno argentino de la residencia de Perón, el general ordenó mandar el féretro a un dormitorio de arriba. Fue la última vez que Perón vio el féretro. No subió nunca más y después volvió a la Argentina en 1973”, dijo.

“Mientras tanto el féretro de Evita seguía en la residencia y no lo quiso llevar a la Argentina por temor a que lo volvieran a robar. Según el testimonio de Bagni, Perón le dejó una nota diciendo que lo iban a matar y si se llevaba el cuerpo de Evita temía que lo iban a volver a maltratar”, contó el periodista.

El féretro de Evita volvió a la Argentina a finales de 1974 con Perón ya fallecido y con Isabel Martínez como presidenta. “El cuerpo quedó en la misma tumba de Perón en la Residencia de Olivos. Después, cuando llegó el golpe militar, Videla, hizo sacar los dos féretros y se los entregó a los familiares. Por eso al cuerpo de Evita terminan llevándolo a Recoleta, a la tumba familiar que es el lugar más visitado del cementerio hoy en día y siempre hay una flor fresca”, mencionó.

Sin embargo, antes de su aposento final, e incluso antes de su traslado nuevamente a la Argentina, hubo momento para un curioso episodio. El mismo ocurrió en la residencia de Perón en Puerta de Hierro, cuando el cadáver de Evita se encontraba en una de las habitaciones de esa propiedad. “A José López Rega se le ocurrió una barbaridad que fue contado en el libro Santa Evita. Pero el administrador de Perón, estuvo presente en ese momento. El hombre contó que a los pocos días de haber llegado el féretro ahí, mientras Perón estaba recibiendo gente, Isabel, López Rega y Bagni subieron hasta dicha habitación. Ahí, López Rega hizo sacar el cuerpo de Evita. Por un lado, Isabelita se pasó semanas limpiándolo porque estaba con tierra, tenía golpes, le faltaba un dedo, tenía maltrato por todo o que había pasado cuando lo abrieron por primera vez los militares en Buenos Aires. Por otro lado, López Rega, que tenía conocimientos esotéricos de Brasil, sacó el cuerpo del ataúd, lo puso en una cama y la hizo acostar a Isabel lado. Ahí, con una serie de ritos, dijo que iba a pasar las virtudes de Evita a Isabel”, comentó.

“Eso sucedió así. No solo que fue escrito, sino que lo contó el testigo, el administrador. Perón nunca se enteró de eso y el féretro se pegó con lo que hoy se conoce como la gotita. Porque no querían llamar a nadie, porque nadie tenía que saber que estaba el cuerpo de Evita en Madrid”, relató Meglioli.

Por último, el sanjuanino comentó que en España también se cuentan historias que se han conocido con el tiempo sobre el cuerpo de Eva Perón.