La psiquiatra sanjuanina Laura Tamarit alertó sobre la forma en que se consumen los psicofármacos en la actualidad y cómo el sistema de salud mental muchas veces no garantiza el acompañamiento necesario para un tratamiento adecuado. 

Según explicó, la medicación psiquiátrica suele ser mirada con prejuicio o como una solución mágica, cuando en realidad se trata de un tratamiento complejo que requiere seguimiento, paciencia y abordaje integral.

“El problema no es la medicación en sí, sino el uso que se hace de ella. Muchas personas llegan a los psicofármacos después de atravesar situaciones límites, y los toman sin contención ni seguimiento profesional. Ahí es cuando aparecen los riesgos”, explicó.

 Tamarit remarcó que los efectos de este tipo de medicamentos no son inmediatos: “Necesitan al menos dos semanas para empezar a hacer efecto, y en general se evalúan a las seis semanas. Pero mucha gente espera resultados rápidos y los deja apenas siente que no funcionan”.

Además, advirtió sobre otro error frecuente: interrumpir la medicación apenas aparece una mejoría. “Es común que las personas crean que ya no necesitan tomarla, pero esa mejoría es precisamente un efecto del tratamiento. Al cortarlo sin guía profesional, aparecen recaídas o síntomas de discontinuación”, señaló.

En este punto, Tamarit fue crítica con el sistema de salud mental, que muchas veces no permite un abordaje sostenido. “La mayoría de las personas no tienen acceso a una atención continua. Los turnos son escasos, los profesionales están saturados y hay muchísima demanda. Así es muy difícil sostener tratamientos, responder dudas o ajustar la medicación a tiempo”, indicó.

También habló sobre el impacto de la estigmatización: “Aún hay una mirada negativa sobre quienes toman psicofármacos. Se los ve como débiles o dependientes, cuando en realidad se trata de herramientas clínicas que ayudan a estabilizar la salud mental. Esa estigmatización empuja a muchas personas a abandonar o esconder sus tratamientos”.

Los psicofármacos deben entenderse como una parte del tratamiento, pero no como una solución total. “Sin acompañamiento psicológico, contención familiar o espacios de escucha, la medicación queda sola y pierde efectividad. Y si además el sistema no permite sostener ese acompañamiento, se profundiza el malestar”, concluyó la profesional.