"Le dije a Buenos Aires hasta luego, nunca adiós”, recordaba el general Juan Perón en sus tiempos de exilio sobre aquel 25 de septiembre de 1955 en que tuvo que salir urgente del país para salvar su vida, tras el golpe de Estado del 16 de ese mes. Paraguay, Panamá, Venezuela, República Dominicana y finalmente España formaron parte de su imprevisto itinerario. En medio de todos esos años hay momentos clave de su historia, como su frustrado regreso en 1964, el primer retorno de noviembre de 1972 y su último capítulo biográfico de solo doce meses y diez días que se hace fuerte en la historia argentina: el retorno definitivo, la tercera reelección como presidente de la República, la traición montonera a Perón que provoca el injustificable nacimiento de la Triple A (terrorismo de Estado bajo la democracia), y su muerte el 1 de julio de 1974.

Poco antes de volver, entre tantas recomendaciones que Perón hizo al porteño José Miguel Vanni, a quien dejaba, según documento escrito y firmado por Perón y su esposa María Estela Martínez, a cargo de sus bienes en Madrid, estuvo la frase “Me voy a morir a la Argentina, y después de mí el caos, hijo”. Lo contó el mismo Vanni a este periodista en Madrid, en los mismísimos jardines de la Quinta “17 de Octubre” del barrio de Puerta de Hierro, casa donde vivió Perón y su esposa hasta su regreso definitivo y que hoy ya no existe.

En el escaso tiempo en que gobernó, entre el 12 de octubre de 1973 y el 1 de julio de 1974, mostraba lucidez diaria solo hasta cada mediodía, según se ha sabido mucho tiempo después de médicos de su entorno. Tras su fallecimiento, su cuerpo, no obstante no deambular impúdicamente por el mundo como el de Evita, supo de la profanación el 29 de junio de 1987, sin que nada se sepa hasta hoy, 38 años después, sobre sus autores ni el destino de las manos, el sable y su gorra militar.

Pero en la España que había dejado, quedó mucho de Perón. Sobre todo, en el recuerdo de periodistas de los años 60 y 70 que habían seguido los pasos españoles del hombre lúcido que pasó a la historia. Conversar con ellos sobre los años del expresidente argentino en Madrid, era observar una etapa más que interesante, desde lo incomprensible de un hombre que no puede volver a su país por esas cosas de las dictaduras a uno y otro lado del Atlántico. Porque incluso el entonces jefe del Estado español, el dictador Francisco Franco, nunca quiso recibirlo a pesar del apoyo en alimentos del gobierno argentino bajo Perón a España en 1946 (Convenio de Cooperación Económica) en medio del aislamiento internacional que sufría la península ibérica por no haber estado del lado de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial. Perón y Franco solo se vieron unos momentos en junio de 1973, cuando viajó a España el entonces presidente argentino Héctor J. Cámpora para acompañar el regreso definitivo de su líder.

Pero aquel Perón que regresó era una sombra envuelta en la leyenda y vigilada por la mediocridad que influyó malignamente en el expresidente desde finales de los años 60 en Madrid: José López Rega. Y luego vinieron varios gobiernos peronistas tras el retorno de la democracia en 1983. 

Por Luis Eduardo Meglioli
Periodista. Ex redactor agencia Europa Press R (Madrid). Autor de "Peron-Frondizi, la conversación", Emporio Ediciones, Córdoba