Tras 11 años, Lorena contó los detalles de cómo se dio cuenta de que habían intercambiado a su hija
Fueron 21 días en los que estuvo alejada de su hija. Amamantó a otra niña, pero en su corazón sabía que no era su Pía. Fueron días de angustia y, luego de 11 años, se animó a dar todos los detalles.
“Esta no es mi hija, me la cambiaron”, le dijo Lorena entre lágrimas a su marido, después de soñar con la bebé que recordaba del sanatorio. No tenía pruebas, pero algo dentro de ella encendía una alarma que no pudo ignorar.
Lorena, abogada sanjuanina y madre de dos varones, había recibido con enorme alegría la noticia de su tercer embarazo: esta vez, esperaba una nena. El parto fue normal, la beba nació con buen peso —según le informaron, 3.100 kg— y todo parecía en orden. Pero la tranquilidad duró poco.
Horas más tarde, al revisar la libreta del recién nacido junto a su marido, notaron una inconsistencia: “No pesó 3.100, pesó 3.800”, le dijo él. Ella pensó que quizás se había confundido. Pero el desconcierto creció cuando la nena comenzó a recibir comentarios del entorno sobre su parecido con familiares. Todo parecía encajar… pero algo no cerraba.
Días después del alta, durante una visita médica, Lorena se cruzó con otra mamá que había dado a luz el mismo día. Recordó haberla visto en el sanatorio. Su bebé también había pesado 3.100 kg. “Me llamó la atención, era muy parecida a mi familia”, relató en una entrevista en Telefe.
Esa noche, al dormir la siesta, tuvo un sueño tan vívido como angustiante. Llorando, se despertó con una certeza: “Esta no es mi hija, la otra bebé es la mía”. Su madre, que la había acompañado a la clínica ese día, decidió ayudarla: pidió un análisis de ADN de manera urgente.
El resultado llegó antes de lo previsto: la beba que había estado en brazos de Lorena durante más de 20 días no era su hija biológica.
La noticia fue devastadora, pero también la impulsó a actuar. Lorena se presentó ante la Justicia con el resultado del ADN y pidió ver a su hija. Logró una audiencia con el juez y allí se reencontró por primera vez con su verdadera hija, en brazos de otra mujer.
“El primer contacto con mi hija fue en un juzgado. Le di un beso, la abracé. Sentí que todo ese dolor empezaba a sanar”, recordó.
Tras una nueva prueba de ADN para confirmar la identidad de ambas bebés, el intercambio se realizó formalmente. Antes de devolver a la beba que había cuidado durante semanas, Lorena organizó un encuentro entre ambas familias para que pudieran despedirse.
Hoy, Pía tiene 11 años, estudia danza clásica y está muy unida a su mamá. Conoce su historia y la cuenta con una sonrisa que lo dice todo. “Me siento feliz porque estoy con mi mamá, mi papá y mis hermanos. Sé que me buscaron mucho y que me aman con todo el corazón”, dijo la niña en un reconocido medio.