El futuro de Independiente, en un mes y seis partidos

El equipo dirigido por Ariel Holan ha perdido algunas de sus más importantes características. Recuperarlas será clave para luchar por la Copa Libertadores.
jueves, 26 de abril de 2018 · 10:50

Independiente se siente perseguido. Por los árbitros, por la Conmebol, por la policía, por los fiscales y jueces... Puede tener algún punto de razón en sus quejas. Los argumentos abarcan desde el uso discrecional del VAR en las finales de la Recopa ante Gremio (expulsiones de Gigliotti y Amorebieta) al recrudecimiento de los pleitos contra la familia Moyano, pasando por el hecho de que en los partidos de Copa Libertadores le fueron quitados los bombos a la hinchada local al mismo tiempo que se permitía el ingreso de los simpatizantes de Millonarios de Bogotá y Corinthians con orquestas completas. Todos datos objetivos que sin embargo no debería ocultar una realidad indiscutible: este semestre el equipo bajó su nivel de juego y perdió parte de su encanto.

La victoria conseguida por Deportivo Lara sobre Millonarios (2-1) cambió por completo el mapa del Grupo 7 de la Copa y le otorgó un mayor margen de error al Rojo, que ya no necesita ganar imperiosamente en su visita al Arena Corinthiansel miércoles próximo y hasta puede darse por satisfecho con un empate para mantener las chances de pasar de ronda. Y por otro lado, pese a la derrota del lunes frente a Defensa y Justicia, sus opciones de meterse en los puestos de la Superliga que clasifican para la Libertadores 2019 continúan intactas. Pero es su fútbol el que ha dejado de fluir, y no resulta tan sencillo descubrir las razones del bajón, porque pueden encontrarse varias superpuestas y ninguna pesa más que las otras.

Es cierto que se fueron dos jugadores importantes como Nicolás Tagliafico y Ezequiel Barco, uno que sumaba personalidad y ascendencia en el grupo a un rendimiento siempre parejo; y otro que proporcionaba cambio de ritmo y desequilibrio en ataque. Pero la permanencia del resto del bloque debería garantizar un nivel de funcionamiento superior que sin embargo no acaba de darse.

Un par de episodios ocurridos en el verano parecen haber marcado la trayectoria del Rojo. Por un lado, la renuncia y marcha atrás de Ariel Holan, que se saldó con la marcha de su principal colaborador, el profesor Kohan, interlocutor predilecto del plantel gracias a sus conocimientos de psicología y coaching. Por el otro, la caída a último momento del pase de Emanuel Bebelo Reynoso, el hombre que el técnico había elegido para darle sentido, fluidez, pausa y profundidad al juego ofensivo del equipo, y que acabó yéndose a Boca.

Todo ha confluido para que en estos meses de 2018, el fútbol eléctrico, vigoroso, coordinado e incisivo que Independiente ofreció el año pasado y que cosechó tantos elogios apenas apareciera por ráfagas que, para colmo, no siempre se tradujeron en goles y triunfos.

El análisis del juego brinda altibajos permanentes, individuales y colectivos. Incluso dentro de un mismo partido se alternan minutos brillantes con otros de absoluto desconcierto, acciones de gran equipo con errores de aficionados. A partir de ahí la cascada es imparable: la falta de continuidad y eficacia provoca inseguridad y desconfianza, el técnico busca los remedios a través de cambios constantes y no siempre comprensibles de jugadores y posiciones, la idea original se desfigura, los resultados no responden a las expectativas y se cae en el desorden.

Para explicar tantos inconvenientes, Holan ha recurrido una y otra vez al argumento del desgaste en forma de lesiones y cansancio provocado por la doble competencia. La influencia del maratón de partidos es innegable, pero no parece suficiente. Puede alegarse que hay rendimientos personales por debajo de su nivel y que los seis refuerzos de este año no han brindando grandes soluciones, pero también para eso habría que buscar motivos más convincentes que una simple racha negativa o la falta de adaptación rápida de los Gaibor, Menéndez, Romero y compañía.

¿Cuáles son esos motivos? Será tarea del entrenador y su gente desentrañarlos y corregirlos. Tienen un mes y seis partidos por delante (3 de Copa y 3 de Superliga) para lograrlo y alcanzar al menos una de las metas que se marcó el club en enero. De que lo consiga o no dependerá en buena medida que el ciclo Holan siga adelante o el propio técnico decida interrumpirlo. Y también de que las quejas arraiguen o pasen al cajón del olvido.

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