Cultura

El primer García Márquez sale a la luz de puño y letra en unos manuscritos desconocidos

La incorporación al patrimonio colombiano de ocho manuscritos de su juventud, cuatro de ellos inéditos, así lo evidencia, uno de sus hijos, Gonzalo García Barcha.
jueves, 11 de octubre de 2018 · 14:37

La amistad, una de las virtudes que cultivaba Gabriel García Márquez, jugó en contra de un deseo que en vida buscó cumplir a rajatabla: no dar a conocer los “trucos” de su escritura. Es un archivo de 66 folios mecanografiados, muchos con correcciones de puño y letra de quien ganó el Nobel de Literatura en 1982, que había enviado a algunos de sus amigos y así se salvaron del cesto de basura.

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Entre esos textos, que ahora pertenecen a la Biblioteca Nacional de Colombia, se cuenta el documento más antiguo de Gabo que se conserve hasta el momento: una primerísima versión del “El huésped”, de 1948. Hay también dos cuentos sin título en los que ya aparecen personajes como Úrsula y el coronel Aureliano Buendía y registran los primeros pasos del escritor en el realismo mágico. Fueron escritos por un Gabo de veintipico de años, entre abril de 1948 y abril de 1952, en el período en el que cursó tres años de abogacía y vivió entre Cartagena y Barranquilla. Recientemente fueron comprados por el Banco de la República de Colombia para ser conservados en la Biblioteca Nacional Luis Ángel Arango (BLAA), que depende de esa entidad, y muchos de ellos serán digitalizados y ofrecidos en la web.

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La decisión de fortalecer el acervo de la biblioteca nacional fue de su director, Alberto Abello Vives, al cumplirse este año seis décadas desde su creación. Además, Abello Vives solicitó una nueva donación a Mercedes García Barcha, viuda del escritor, quien tiempo atrás había obsequiado a la BLAA la medalla y el diploma del Nobel. Y ella respondió con creces. Despachó desde México la colección privada de Gabo de sus novelas, cuentos, crónicas, artículos periodísticos, guiones, discursos y ensayos: 3000 libros de 1102 ediciones, en su mayoría las primeras, de la obra de García Márquez, publicadas en 44 idiomas en 42 países, entre 1995 y 2018.

Jaime Abello Ban, director de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), destacó, en diálogo con La Nación, que “la gran novedad es que en Colombia se está formando un acervo muy especial” y que “la Biblioteca Nacional es la única institución con una capacidad técnica comparable a la que tiene el Centro Harry Ramson, de la Universidad de Texas”, donde se conserva el resto del archivo personal de García Márquez.

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Sergio Sarmiento, el investigador de la BLAA a cuyas manos llegaron los nuevos manuscritos, no sale de su asombro. “Es maravilloso haber encontrado estos documentos, porque son los más antiguos que se conservan de Gabo, corresponden al período que se conoce como costeño. Hay textos mecanografiados, apuntes escritos a mano y varias versiones de un mismo texto, lo que nos permite ver las costuras del texto. Son versiones previas a las publicadas”, comentó Sarmiento al presentar la nueva colección, que denominaron Los Papeles de Gabo.

“La principal noticia son los textos inéditos, pero también hay cuatro que fueron publicados”, precisó el investigador. Reveló que dos de los cuentos no tenían título y les fueron atribuidos por la BLAA, y que entre los hallazgos más valiosos se incluyen las distintas versiones de un cuento del que se creía que Gabo nunca había escrito. En 1952 el escritor armó que estaba escribiendo un cuento con el título “El ahogado que nos traía caracoles”, pero en 1982 dijo que había pensado escribir un cuento que se llamara de esa forma.

La existencia de estos manuscritos sorprendió también a Gonzalo García Barcha, uno de los hijos de Gabo, que asoció a su padre con Vermeer, el pintor de Delft. “De Vermeer no se conoce ni un solo boceto y eso lo vuelve uno de los artistas más misteriosos de la historia de la pintura.

Creo que a Gabo le hubiera gustado ser como Vermeer, que nadie jamás supiera cuáles eran las costuras detrás de esos cuadros”, dijo, y recordó que García Márquez alguna vez armó que su verdadera vocación era ser mago: “Era importante para él que no quedara rastro de sus trucos. Eso no fue posible. Es una gran labor de solidaridad la de todos los que tuvieron la posibilidad de destruir esos papeles, pero por alguna misteriosa razón, desde muy temprano, la gente tuvo la sensación de que valía la pena guardar esos folios”.

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Fuente: La Nación

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