OPINIÓN

Verse a la cara otra vez

Los países europeos están empezando a abandonar la mascarilla en espacios abiertos. Dos factores son cruciales. Uno depende de la gente.
martes, 22 de junio de 2021 · 09:53

Llegará el día. Cada vez falta menos. Habrá conferencia de prensa a nivel nacional seguramente y será un momento memorable, cuando finalmente los argentinos y las argentinas puedan quitarse el tapabocas. Si está pasando en Europa, pasará aquí también. Pero no será gratuito. Más allá del costo pagado en aislamiento, contagios y muertos, todavía queda por delante un obstáculo para superar.

Cuando la historia cuente la pandemia en Argentina, seguramente el relato comenzará diciendo que todo empezó en Asia y luego tomó al Hemisferio Norte por completo. Que el Sur siempre tuvo la ventaja estratégica de poder ver en tiempo real lo que estaba pasando en el Viejo Mundo. Y que eso permitió robustecer el sistema de salud para hacerle frente al embate. La salida no será la excepción: también sucederá antes allá y eventualmente, meses más tarde, llegará a estas latitudes.

Fue la lógica de la pandemia desde el momento inicial. Primero en Europa, después en Latinoamérica. Desde lo más atroz hasta lo más positivo. Desde los hospitales desbordados, el personal de salud agotado, los muertos aislados de sus familias, el confinamiento, la pesadilla, las dudas y las sospechas, hasta las vacunas y la esperanza de salir adelante.

Este lunes el ministro de Salud de Italia anunció que en una semana más, podrán liberarse de la mascarilla al menos en los espacios abiertos. Antes habían resuelto algo similar España, Francia e Israel. Este último país fue el primero de todos. Dos factores confluyeron para hacerlo posible: la vacunación avanzada y una disminución estacional de la circulación viral.

Ambas condiciones eventualmente se darán aquí también. Porque las vacunas están llegando. Este lunes más de 1 millón de dosis de AstraZeneca ingresaron por Ezeiza y se aguardan otros 2 millones de Sinopharm para las próximas horas. Hasta EEUU comprometió un importante envío de vacunas para Argentina, porque allá están sobrando. Pero hay cuestiones por resolver todavía. 

La demora del componente 2 de la Sputnik V genera preocupación. La ministra de Salud, Carla Vizzotti, dijo que solo la primera dosis proporciona casi un 80 por ciento de inmunidad. Pero la realidad es que solo esta población sigue esperando, mientras los que recibieron AstraZeneca o Sinopharm ya pudieron completar sus aplicaciones. Es razonable que haya ansiedad y nerviosismo. Y hay que resolverlo de alguna manera. Ni el discurso más tranquilizador podrá sustituir las ampollas que faltan. Aparentemente hay un problema de producción en el Instituto Gamaleya.

Pero no todo es cuestión de abastecimiento. También hay una cuota de parsimonia de los grupos convocados. En San Juan, Salud Pública tuvo que poner plazo límite a la inscripción de los que tienen entre 50 y 59 años porque solo se había anotado la mitad de los que se esperaba. El resto, bien gracias. Ahora comienza la vacunación para los de 40 a 49 años. La pregunta del millón es cuántos se sumarán a la campaña y cuántos evitarán el pinchazo, contaminados por el mensaje antivacunas. Ese es otro asunto que ya se está viendo en las naciones desarrolladas del Norte: sobran las dosis porque hay grupos que las rechazan.

A medida que baja el promedio de edad, también bajan los temores. Por eso hay más contagios en este segmento, de los 20 a los 50. Hay una percepción de omnipotencia peligrosa. De vez en cuando fallece una persona de esa edad, pero con comorbilidades. Entonces el resto se autopercibe sanito y... dale que va. Esta es la lógica que les dio marco a las fiestas clandestinas. Una gripezinha. O una gripe un poco más grave, que no es para estar sin dormir. Lo dijo el expresidente Mauricio Macri la semana pasada y luego tuvo que disculparse, por la memoria de los 89.490 fallecidos.

Otro punto para destacar es el notable ausentismo de los inscriptos. Alrededor del 30 por ciento no asiste al vacunatorio de la Escuela San Martín. No miran el SMS y no se enteran de que deben presentarse, esa es una de las hipótesis. La otra es peor, porque estarían en plan elegir vacuna. Entonces especulan. Dejan pasar los días y esperan la próxima ronda a ver si les toca la que prefieren. Es imperdonable habiendo miles de personas desesperadas por recibir al menos una dosis. Pero está pasando en San Juan.

Alcanzar la vacunación de un 70 por ciento de la población es uno de los requisitos para sacarse el barbijo al menos al aire libre. La otra condición es que llegue el primer calorcito, algo que no sucederá hasta los vientos Zondas de agosto o la primavera de septiembre. Pero todo esto sucederá, porque es parte del ciclo natural. Lo otro, lo que depende de los seres humanos, es bastante menos manejable.

Hace tiempo que la vacunación dejó de ser un salvavidas para sobrevivir en lo individual solamente. Hace tiempo se convirtió en un compromiso colectivo. Aplicarse al menos una dosis, contribuye a alcanzar antes ese 70 por ciento de población inmunizada. Es un granito de arena para volver a vivir un poco más parecido a lo que fue. Para verse a la cara otra vez.


JAQUE MATE