OPINIÓN

Se vota con la panza

San Juan puede tener un respiro con los excedentes de coparticipación. Las volteretas de campaña quedarán para el anecdotario. Lo primero es llegar a fin de mes.
miércoles, 18 de agosto de 2021 · 09:56

Por supuesto siempre será mejor el aumento de sueldo, antes que quedar relegado y seguir perdiendo poder adquisitivo. Sin embargo, aún cuando se logre empatar el promedio inflacionario, habrá bienes que subirán muy por encima. Esa carrera desenfrenada de salarios contra inflación está marcando el pulso de la calle previo a las elecciones de mitad de mandato. Con seguridad, este mal rato influye mucho más en el humor social que la pirotecnia de campaña. Pero aquí nadie tiene receta mágica, por los resultados vistos. Entonces es natural que el debate se vaya por colectora.

Hablar de inflación supone manejar un índice que surge de poner en la misma canasta desde los alimentos hasta la indumentaria y los servicios de comunicación. Pero cada mes hay desvíos importantes. Algunos precios se disparan de manera exhorbitante y no entran en ningún informe, incluso. Pasó con los juguetes importados, en ocasión del Día de las Infancias. Según el presidente de la Cámara de Comercio de San Juan, Hermes Rodríguez, subieron 150 por ciento en un año por efecto de la inflación y por la suba del dólar. Es decir, triplicaron el promedio general.

El dólar es el otro eterno protagonista forzoso de la historia argentina. Este martes el blue superó los 180 pesos y la brecha cambiaria se acercó al 90 por ciento, según los diarios especializados. Que el ejemplo de los juguetes importados sirva como eso, una muestra de tantos otros artículos que se escapan muy por encima del índice del INDEC. Por lo tanto los aumentos a estatales solo pueden pretender un empate parcial, a grosso modo. Aún el mayor esfuerzo salarial que haga el gobierno de turno quedará relegado frente al disparate de algunos precios.

Este martes en Banda Ancha el secretario de Hacienda, Gerardo Torrent, dejó algunas definiciones al respecto. Confirmó que esta semana empezó la liquidación de sueldos del mes de agosto, que incluye los 7 puntos prometidos para octubre, alcanzando el 50 por ciento de actualización. Además ratificó la promesa de reabrir el diálogo en noviembre para revisar cuánto por debajo quedaron los haberes estatales a fin de año.

La proyección original era del 29 por ciento de inflación para todo 2021, pero ese nivel ya se alcanzó en julio y quedan cinco meses por delante. No hace falta demasiado esfuerzo para imaginarse lo que viene. Desde ya el gobierno provincial sospecha que en noviembre tendrá que arrimar otros billetes al 50 por ciento de aumento acordado en febrero. Todo un récord, sí. Pero muy, muy lejos de ser motivo de celebración. No gana nadie. Apenas logran mantenerse con la nariz fuera del agua.

Las atenciones también alcanzan a los contratados. Recibirán una mejora del 32 por ciento a partir de agosto y se liquidará un incremento del 40 por ciento en las asignaciones familiares provinciales.

El problema son los privados. En gobierno saben que es un drama mayor, porque los márgenes de rentabilidad están muy estrechos. Entonces se abre una brecha importante en la actualización de haberes del sector público y el resto. Parece inevitable.

Hay otro dato para analizar con detenimiento. No se puede generalizar, pero es un número alentador. Que la recaudación de Ingresos Brutos haya crecido 25 por ciento por encima de lo esperado, es una muy buena noticia, porque es señal inequívoca de una mayor facturación. Es un atisbo de recuperación. Pero con seguridad hay rubros y rubros. Algunos con muy buenas perspectivas y otros con el agua al cuello.

Entonces que los estatales puedan empatarle a la inflación es una buena noticia porque derramará al circuito casi 600 millones de pesos adicionales de aquí a fin de año. Eso se volcará al consumo y se sabe que el juego de oferta y demanda activa la economía. Está bien. Pero no deja de ser un parche para un dilema mayor, que depende estrictamente de la muñeca del ministro de Economía de Nación, Martín Guzmán.

Hace un par de semanas el funcionario albertista dejó en San Juan la promesa de seguir aplanando la inflación, a cuentagotas, mes tras mes. Pero tendrá que lidiar con la inestabilidad propia de todo proceso electoral. Las especulaciones. Las maniobras y los aumentos por las dudas. Y la demanda de dólares, por supuesto. Porque todo aquel al que le sobra un peso inmediatamente busca preservar su ahorro. Guardar recursos en moneda nacional, hace tiempo que equivale a suicidio. Y que esto no suene a arenga antipatriótica. Simplemente es supervivencia transmitida de generación en generación. Afianzada por décadas de inestabilidad.

Entonces sí, San Juan puede tener un respiro.  Hay excedentes de coparticipación recibidos en el primer cuatrimestre para volcar en salarios estatales, fondear al sector productivo, aliviar los costos laborales de las actividades más castigadas por la pandemia. Pero será siempre una aspirina para un paciente en terapia intensiva. Esta es la clave de la elección. El deseo de vivir en tranquilidad, de poder proyectar. Después, las volteretas de campaña quedarán para el anecdotario. Siempre el voto se definió con el bolsillo. Y con la panza. Es por ahí.


JAQUE MATE